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Más que desandar, cambiar de dirección

Tras el retorno a su país del presidente legítimo de Honduras, Manuel Zelaya, teniendo en cuenta que Brasil le ha dado asilo en su embajada y que ésta aparece sitiada por los golpistas, y dado que ayer le tocaba al presidente carioca, Luiz Inácio Lula da Silva, abrir la Asamblea de las Naciones Unidas, cabía esperar que el golpe de estado en el país centroamericano tomase mayor relevancia en ese foro mundial. También cabía esperar mayor contundencia por parte del propio Lula, que si bien advirtió que no aceptará ataques a la embajada en Tegucigalpa, prefirió realizar un discurso correcto pero retórico, en el que no quiso exponer claramente que la situación de Honduras, la postura de la Administración Obama al respecto y la inacción de las Naciones Unidas son la mayor confirmación de su diagnóstico sobre el orden mundial actual. Lula obvió de ese modo que revertir esa situación concreta es el primer paso, mínimo pero necesario, para poder hablar del «nuevo orden» que él defiende.

En Honduras, como en todo lo relativo a las relaciones internacionales, no es suficiente con desandar el camino emprendido recientemente por los golpistas en Honduras o por los hegemonistas hace ya tiempo a nivel mundial. Es urgente cambiar de dirección y establecer objetivos de justicia, libertad e igualdad entre las personas y los pueblos. Objetivos que no significan volver a la situación anterior a la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca o de Roberto Micheletti al Palacio Presidencial, sino ir mucho más allá. Lula y Obama son, no cabe duda, dos de los mandatarios con más poder para acercar ese nuevo orden al que hicieron referencia ayer.

Sin embargo, con todas sus diferencias, el mensaje que lanzaron desde New York al mundo esos líderes es insuficiente, no es audaz y en el caso de Obama, que ni siquiera mencionó el caso, roza lo cobarde. Es el mensaje erróneo para los conservadores de todo el continente y para los golpistas. Pero sobre todo lo es para un pueblo que está defendiendo en las calles la democracia en su sentido más básico. Con hechos, no con palabras.

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