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Análisis | Cumbredel G-20

Estación para la desesperanza

 Se prevé que el G-20 lance el socorrido mensaje de que lo peor ha pasado, ya que no parece contemplar como catástrofe ese elevado desempleo y el cruel aumento del hambre en el mundo. Ahora se trata de consolidar la incipiente reacción de la economía.

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Alberto CASTRO

El autor sostiene que el G20 presentará la imagen de que lo peor de la crisis ha pasado obviando los problemas más graves, como el paro galopante o la pobreza y el hambre en el planeta. El debate se centrará en cómo poner punto final a las ayudas millonarias al sistema financiero y a los planes de estímulo o el maquillaje del mismo sistema financiero, y no habrá medidas contra los culpables de la crisis.

Los países más ricos del mundo y los emergentes con mayor peso en la economía mundial se reúnen hoy y mañana en Pittsburgh (Estados Unidos) para evaluar los resultados de sus políticas de choque contra la crisis. Será la tercera estación para el fingido tren de las soluciones del G-20 en menos de un año, después de Washington y Londres.

Por desgracia, el G-20 no ha sabido dar una respuesta esperanzadora a los verdaderamente perjudicados: los desempleados y los países más pobres. Tampoco se cree que lo haga en Pittsburgh, ya que muchos estados tienen en perspectiva que el paro siga aumentando en los próximos meses hasta cifras escandalosas. Destaca sobremanera el Estado español, de nuevo comparsa en esta cita del G-20, que camina hacia un desempleo del 20%, según la previsión de la OCDE para 2010. No muy lejos queda EEUU, que padecería, según algunas estimaciones, un desempleo real cercano al 17%, frente al 9,7% aportado por el último dato oficial de agosto. En la UE el paro llega al 9,5%.

Por el contrario, se prevé que el G-20 lance el socorrido mensaje de que lo peor ha pasado, ya que no parece contemplar como catástrofe ese elevado desempleo y el cruel aumento del hambre en el mundo denunciado por la ONU. Ahora se trata, según el comunicado de la reunión preparatoria de este mes en Londres, de consolidar la incipiente reacción de la economía, que sólo se habría salvado por la decidida política de estímulos fiscales, ayudas a la banca y otros programas de reactivación de la actividad.

Planes de estímulo

Buscarán acuerdos sustanciales para prorrogar su aparente empeño conjunto en la lucha contra los efectos de la crisis. Una situación creada, no lo olvidemos, a raíz de la quiebra del sistema financiero y del mito capitalista de la autorregulación, lo que ha llevado a los países occidentales a sufrir contracciones en el PIB y multiplicar sus cifras de desempleo, y a los países pobres a aumentar sus estadísticas de personas hambrientas y sin recursos, pese a no ser responsables de la codicia del primer mundo ni de los desmanes de los bancos estadounidenses.

Por tanto, el primer punto de discusión se centrará en buscar ese calendario para el punto y final de los planes de estímulo y liquidez lanzados por las grandes potencias con el fin de asistir al sistema financiero y mitigar la crisis. A este respecto, siguen abiertos los frentes de opinión y no hay, por el momento, un acuerdo sólido para dar carpetazo a este apoyo que ha puesto en manos de los bancos muchos billones de dólares y ha disparado los déficits. En la reunión preparatoria de Londres, el G-20 abogó ya por mantener el apoyo financiero y todas las políticas presupuestarias y monetarias expansivas hasta que la recuperación esté afianzada.

No hay que olvidar que estas inyecciones multimillonarias salen de los bolsillos de los contribuyentes y que, se pongan como se pongan los beneficiados, han ido a parar a los bancos mediante ese juego de la compraventa mutua de productos en el que el Estado compra más caro, aunque transformado, lo que él mismo vende a un precio más barato. También se han visto situaciones en los que ese dinero público ha permitido a los gobiernos «nacionalizar» muchas entidades para evitar quiebras inminentes.

Reforma del sistema financiero

En otro plano, se tratará de dar cuerpo a la reforma amplia del sistema financiero mundial, todo un eufemismo para decir que se tocará lo imprescindible para que todo siga igual. Ni refundación del capitalismo, ni nuevo orden económico mundial, ni otras zarandajas: será más de lo mismo. Por tanto, la pretensión de enviar un mensaje disuasorio desde el G-20 para evitar que se repita el error de permitir la codicia de los banqueros suena a una mezcla de quimera y fingimiento. Veremos en qué quedan las nuevas reglas de juego para el sistema financiero y qué se hace para destapar actividades fuera de los balances.

Bonos de los directivos

Los bonos a los directivos y sus retribuciones se convertirán, por otro lado, en una materia de fricción entre EEEU y la UE. Por el momento, a nadie se le ha ocurrido que aquellos directivos que utilizaron las famosas hipotecas «subprime» para construir productos financieros con pies de barro puedan pagar por ello. Es más, todavía hoy se reivindica la necesidad de abonarles complementos salariales con la excusa de retener a los mejores gestores y evitar su fuga hacia otras entidades. En este punto, las distancias se han acortado entre los países del G-20, pero todavía se ve lejos un acuerdo que plasme la necesidad de un mayor control sobre este aspecto nada trivial del sistema financiero. Los que dicen defender una ordenación estricta sobre esas escandalosas remuneraciones chocan con aquellos que abogan por regular sin entrar a juzgar las políticas salariales de las entidades. Esta última postura abarcaría, incluso, a los bancos rescatados con ayudas públicas.

Agencias de rating y paraísos fiscales

Las agencias de rating y los países fiscales suscitarán otro debate. Para empezar, tampoco está previsto que esas agencias paguen por sus errores, interesados o no, y por su contribución a la expansión de la crisis al juzgar como aptos para la inversión aquellos productos que dejaron de tener valor de un día para otro. Se les pedirá, tan sólo, que sean transparentes en sus calificaciones para evitar la infravaloración del riesgo en las emisiones de los títulos y que no presenten conflictos de intereses en sus prácticas. Los paraísos fiscales vuelven asimismo al primer plano. Según la última lista de la OCDE del 18 de setiembre, no hay ningún estado renuente a aceptar reglas de transparencia fiscal. No obstante, todavía existen 33 países y colonias que no han «regularizado completamente» su situación: Suiza, Chile, Costa Rica o Uruguay están entre ellos. En Pittsburgh se debatirá la posibilidad de imponer sanciones a los más contumaces.

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