El Athletic sufrió su primera derrota de la temporada. Nada sorprendente, teniendo en cuenta el pobre partido que disputaron los rojiblancos, muy alejados de la versión que les había permitido, no ya ganar, sino encandilar en sus últimas citas.

Tendrá que esperar, por tanto, esa página que quería haber escrito el equipo. No hubo historia rojiblanca, como tampoco la hubo de ninguna otra clase, en un choque en el que lo poco que se pudo destacar llegó por parte de los locales.

Siguiendo con la política de rotaciones que ha establecido Joaquín Caparrós esta temporada, el Athletic saltó al césped con siete novedades respecto al once que se había enfrentado al Villarreal tres días antes. Aitor Ocio, Xabi Castillo, Ander Iturraspe -titular por vez primera-, Fran Yeste, Markel Susaeta, Iker Muniain y Joseba Etxeberria, nada menos, entraron en la formación inicial. Pero si algo faltó anoche en la escuadra rojiblanca fue, precisamente, frescura y chispa. Y garra, agresividad, ideas... Inlcuso fortuna. Nada que ver, en definitiva, con sus actuaciones previas. Las mismas que le permiten, pese a la derrota, regresar a Bilbo con todavía el suficiente crédito -del clasificatorio y del intangible- como para afrontar sus próximos compromisos con la misma confianza que ha exhibido en los últimos tiempos.

Ayer se echó de menos esa alegría. Y es probable que con solo una pizquita hubiera podido rascar un resultado positivo del Heliodoro porque el Tenerife tampoco parece estar llamado a pelear con los mejores de la clasificación, por muchos apuros que creara a su rival durante parte del choque.

Sobre todo en un primer tiempo en el que no tardó en comprobarse que el Athletic no tenía uno de sus días buenos. No es sólo que los bilbainos fueran incapaces de aprovechar la velocidad de sus puntas para forzar a la defensa de circunstancias que había montado José Luis Oltrá ante las ausencias de Luna y Beltrán -a las que hubo que añadir los problemas físicos de Aitor Núñez, que acabaron situando a Mikel Alonso en la zaga en la recta final-. Es que tampoco supieron aplicarse con contundencia en tareas defensivas, lo que provocó que su anfitrión fuera encontrándose más cómodo confome avanzaron los minutos. Mediada la primera parte, el partido tenía ya absoluto color local y Gorka Iraizoz empezaba a consolidarse en el papel de jugador de la noche.

La buena actuación del meta y la falta de puntería de los delanteros rivales permitió al Athletic llegar indemne al descanso. Los cambios y el punto de desesperación que comenzaba a fraguar en el Tenerife lograron equilibrar el choque en la segunda parte. Pese a la presencia de Toquero y, posteriormente, Llorente, los rojiblancos seguían sin hacer cosquillas a su rival, pero al menos lograron descargar de trabajo a su portero.

Hubo quien, incluso, empezó a prometérselas felices con el previsible arreón final y la fortuna que en los últimos tiempos acompaña al Athletic. Lamentablemente, sólo el primero hizo acto de presencia. A tres minutos del final -cinco después de que el árbitro se comiera una clara falta sobre Gabilondo pegada al área y uno antes de que hiciera lo propio con un posible penalti en el área-, Mikel Alonso sonrojó a la defensa bilbaina, cabeceando una falta lateral que sentenció la noche.