Mikel INSAUSTI

La temática estrella de la presente edición de Zinemaldia ha sido la de la maternidad, con todos los problemas que se derivan de las mujeres jóvenes que tienen hijos y no se pueden hacer responsables de ellos como eje principal. Pero la película que más se ha querido centrar en tal dilema ha sido la coreana “Yeong-do Da-ri”, y utilizo el verbo «querer» porque, una cosa son las intenciones y otra, bien distinta, los resultados. Puedo comentar la película gracias a que he leído el press-book y la sinopsis correspondiente, ya que de limitarme al visionado de la misma tendría que guiarme por imágenes inconexas y diálogos incompletos que de poco o nada sirven. Hasta ese punto llega la incompetencia narrativa de Jeon Soo-il, que se revela incapaz de contar un argumento tan elemental como el de la adolescente que intenta recuperar a su hijo entregado en adopción. Menos mal que en la mesa de montaje no ha podido salvar más de ochenta escasos minutos, y así el amante del cine se libra del alargamiento innecesario de esta torpe e involuntaria sesión de tortura para los sentidos.

Por el título original en coreano me entero de que la localización clave es el puente de Yeong-do, y por el título en inglés para la distribución internacional, que es “I Came From Busan”, que dicho punto estratégico se encuentra en la ciudad portuaria de Busan. Por supuesto que los cineastas no están para hacer de guías turísticos de los extranjeros, pero no hubiera estado de más alguna pequeña indicación a fin de comprender la importancia de la ubicación geográfica dentro del relato. Con los aspectos sociológicos la desorientación es similar, debido a que la protagonista nunca interactúa con las personas y situaciones de su entorno, como si la cosa no fuera con ella. Los maltratos escolares, abusos familiares y peleas callejeras deben ser tan frecuentes en Corea que aparecen siempre en segundo plano, sin darles mayor importancia. “Yeong-do Da-ri” no ha sido programada en último lugar por casualidad.