Raimundo Fitero
De facto
El Poder, a base de utilizar de forma constante y multidireccional sus poderes, consigue crear estados de opinión con la extraordinaria herramienta del lenguaje. Debo confesar mi incesante asombro referido al asunto de Honduras. Es un goteo diario de acciones, reacciones, movimientos, declaraciones y contradeclaraciones que nos coloca ante el corte de la respiración. Creemos que en cualquier instante puede producirse una masacre, una conflicto más serio, pero en estos momentos mirando a los supuestos protagonistas desde esta distancia y con tantos filtros mediáticos y manipulaciones interesadas, no es fácil ubicarse y saber quién o quiénes están detrás de cada contendiente.
Lo que nos deja con un hilo de aliento es que se llame al gobierno golpista, «gobierno de facto». Retorcer tanto el concepto es llegar a un desierto semántico. «De facto», ¿quiere decir que se le admite porque es el que está? Si es así los golpes de estado tienen barra libre porque siempre hay un «gobierno de facto», autoproclamado, seguramente con respaldos de algunas instancias políticas y con la anuencia del ejército, y el conocimiento y visto bueno de algunas cancillerías o sus servicios secretos.
Así que con un presidente de facto y otro presidente electo, pero apartado de facto de la gobernación, asistimos a entrevistas periodísticas con ambos personajes, y el tratamiento es tan aséptico, tan aparentemente imparcial que queda claro que contribuyen al golpismo. Probablemente sea una postura empresarial impecable: por si acaso, y como no sabemos cómo va a terminar este asunto, tratamos a ambas partes de igual manera que siempre tendremos oportunidad de colocarnos en el lado vencedor. Las tibiezas globales con el gobierno de facto, es un signo de los tiempos donde se remarca de nuevo la falta de convicciones firmes, del ejercicio de la política como un juego de componendas circunstanciales. Lo que no cambia nunca es que nos llegan las imágenes del conflicto que les da la gana que veamos y en todas se muestra de manera remarcada la cantidad de efectivos represivos que existen en todos los lugares del globo prestos a dar palos por los motivos que sean.