Hoy, por fin, sabremos quiénes son los afortunados «merecedores» de los premios que se repartirán esta noche en la gala de clausura. Seguramente, y siguiendo la tradición, habrá abucheos y aplausos, trabajos que debieran haber sido reconocidos y otros que no.

Es difícil que llueva a gusto de todos, teniendo en cuenta lo variopinto del jurado y que su presidente es un «irreducible galo» llamado Laurent Cantet. Eso sí, el autor de la brillante «La clase» tendrá que vérselas con jovenzuelos de armas tomar como Bong Joon-ho.

El coreano es un tipo entrañable que, además de hacer películas redondas, anuncia que, cuando estén sentados y comiencen a deliberar, «habrá sangre». Amante de los sonidos latinos y de jugar con el público tendiéndole más de una trampa en sus películas (atentos a la primera secuencia y a la final de «Mother», que se ha proyectado aquí en Perlas Zabaltegi), el perpetrador de «Memories of murder» está encantado de poder compartir sus puntos de vista con otros profesionales del cine de orígenes tan distintas a la suya.

Suele ser interesante descubrir qué hay detrás de un director de una película; a veces puede ser revelador y en el caso del coreano, resulta sorpresiva su capacidad de análisis, su inteligencia más allá de su talento cinematográfico. Me contaba ayer que, tras el boom de inversiones que se hicieron en el cine en su país a finales de los años noventa -hubo unos cuantos inversores astutos-, ahora, como en casi todos los lugares del mundo, llevan un tiempo ajustándose los bolsillos. Aun así, él ya tiene un nuevo proyecto entre manos: va a adaptar para el cine una novela gráfica francesa, una historia «con mucho de todo», de esas que él sabe hacer tan bien. Promete.