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Más multilateralismo, pero una única visión

La frenética dinámica de cumbres mundiales que han tenido lugar esta semana concluyó ayer con la clausura del G20, bloque que reúne a los países del G8, considerados los más desarrollados y ricos del mundo, y a las economías emergentes como China, India o Brasil. La cumbre de Pittsburgh ha consolidado a este grupo como el referente económico y financiero a nivel mundial, manteniendo al FMI y al Banco Mundial como sus principales órganos de intervención. En principio, el nuevo reparto de poder acordado para esas instituciones va en detrimento de las potencias occidentales.

Uno de los debates que más ha llamado la atención en Pittsburgh es el referido a los «bonus» de los banqueros y agentes financieros. Una cuestión simbólicamente relevante que ha generado polémica en algunos países, especialmente tras las grandes sumas de dinero público inyectado a la banca. Así han justificado algunos mandatarios la necesidad de poner coto a esos salarios y pagas. Si bien es cierto que esto genera escándalo entre las masas, no puede servir para ocultar que la prioridad de los trabajadores y los desempleados no pasa por que se modere lo que ganan los ricos, sino por lograr salarios y condiciones de trabajo justas para ellos. Tampoco para ocultar que esas dos cuestiones están directamente relacionadas. Ese es el problema de este modelo: que se intenta constantemente tapar el bosque centrando la atención de los ciudadanos en el árbol.

Mientras en el ámbito de la izquierda anticapitalista cada vez más voces reivindican la necesidad de priorizar la perspectiva política sobre la económica, matizando uno de los dogmas del marxismo tradicional, los mandatarios capitalistas reivindican abiertamente la preponderancia de la economía sobre el resto de esferas sociales. En su injusto e insaciable modelo económico el dinero constituye la base de las relaciones humanas, tanto en el terreno individual como a nivel global. Es el dinero el que otorga derechos políticos a los pueblos, el que da voz y voto, también a escala mundial. Eso es, ni más ni menos, lo que se ha revalidado en Pittsburgh.

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