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La ONU condena los actos contra la embajada de Brasil en Honduras

El Consejo de Seguridad de la ONU condenó los «actos de intimidación» llevados a cabo por el Gobierno de Roberto Micheletti contra la embajada de Brasil en Honduras, donde Manuel Zelaya se refugia junto a 62 personas. En una rueda de prensa celebrada en el interior de la sede diplomática, el presidente depuesto denunció el uso de gases tóxicos como amoniaco y cianuro de hidrógeno, que les causaron náuseas, sangrado, dificultad respiratoria y mareos.

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El Consejo de Seguridad de la ONU, reunido ayer de urgencia, condenó los «actos de intimidación» contra la embajada brasileña en Honduras. Los quince países que integran el máximo órgano de decisiones de Naciones Unidas aprobaron la condena por consenso, en respuesta a la petición efectuada el pasado martes por Brasil.

La presidenta de turno del Consejo de Seguridad y embajadora de Estados Unidos, Susan Rice, precisó que el objetivo de la reunión era «analizar la situación de la embajada y no la situación en un sentido más amplio. Esta crisis ya está siendo tratada por la Organización de Estados Americanos».

Subrayó también que el Consejo «pide calma a las partes y que eviten que el asunto vaya más allá».

Por su parte, el canciller brasileño, Celso Amorin, advirtió de la crítica situación humanitaria que se vive en la sede diplomática, a la que le han cortado los suministros de agua, luz, alimentos y comunicaciones, además de estar rodeada por un fuerte cordón militar y policial.

Acusó al Gobierno golpista de Roberto Micheletti de «violar las reglas» de la Convención de Viena sobre la inviolabilidad de las sedes diplomáticas.

El embajador de Costa Rica, Jorge Urbina, que se sienta en el Consejo como miembro no permanente, expresó su «profunda preocupación» y emplazó a las autoridades hondureñas a «respetar y proporcionar agua, alimentos y comunicaciones».

Precisamente, ayer el presidente depuesto Manuel Zelaya denunció en una rueda de prensa en el interior de la embajada la emisión de gases tóxicos compuestos de amoniaco y cianuro de hidrógeno que, según explicó un médico presente en la sala, «cuando entra en contacto con el hierro que tenemos en la sangre provoca bloqueo de las vías respiratorias, vértigos, náuseas, dolores abdominales y cefaleas». Zelaya, acompañado por varias personas que portaban mascarilla, explicó que él se la había quitado para dar la rueda de prensa pero que ya sentía escozor en la garganta y dificultad para respirar.

«Hemos sentido un olor extraño, que ha invadido toda la embajada. Enseguida hemos empezado a notar sus efectos. Yo, personalmente, he notado molestias estomacales, irritación en los ojos y cómo se me iban debilitando los músculos del cuerpo», manifestó.

A modo de evidencia, mostró un pañuelo de una de las personas que le acompañan en la embajada manchado de sangre.

Asimismo, exhibió un aparato desprendido de un árbol del jardín de la embajada, aparentemente utilizado para interferir las llamadas telefónicas y que emitiría un zumbido que «descontrola los nervios».

El Gobierno respondió que era «totalmente falso» que lanzaran tales gases.

RESTITUCIÓN

El Centro de Derechos de Mujeres y el colectivo Feministas de Honduras en Resistencia mostraron ayer en Madrid su rechazo a la celebración de elecciones el 29 de noviembre si antes no se restituye a Zelaya.

Brasil rompe su habitual discreta diplomacia

Al abrir su embajada a Manuel Zelaya, Brasil aplica su tradición de ofrecer refugio, aunque sea un caso insólito en la habitualmente discreta diplomacia del gigante sudamericano. «Devastados por regímenes autoritarios y de excepción, Brasil y toda América Latina construyeron una tradición de concesión de asilo; cuando había un golpe en un país, el otro acogía», señala a AFP el politólogo Óscar Vilhena. «Este es un paso más osado de la política externa brasileña», añade.

«El presidente Zelaya no pidió asilo, no quiere salir de Honduras, no estaba en riesgo mientras estuviera en el exterior. Es una acción política. El interés brasileño es la estabilidad democrática, evitar cualquier precedente de consolidación golpista en la región», subraya Tullo Vigevani, especialista en América Latina de la Universidad del Estado de Sao Paulo.

Brasil, cuya constitución favorece el asilo, históricamente ha acogido a políticos y refugiados sin distinción de ideología, incluyendo dictadores y guerrilleros. Asilados conocidos fueron el ex dictador paraguayo Alfredo Stroessner, que pasó los últimos 17 años de su vida en Brasil, donde falleció en 2006, y los ex presidentes del mismo país Raul Cubas y Lino Oviedo.

El país sudamericano acoge, además, a unos 4.000 refugiados. GARA

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