Uruguay resume la encrucijada que vive la izquierda latinoamericana
El Frente Amplio, con el dirigente tupamaro Pepe Mujica como cabeza de cartel, es el gran favorito para la primera vuelta de las presidenciales de Uruguay del 25 de octubre. Sin embargo, lo tendrá difícil para revalidar la victoria lograda por Tabaré Vázquez en 2004. Sus dificultades evocan la situación preocupante que vive la izquierda, quizás mejor el llamado «progresismo» en otros países, como Argentina, Chile y Brasil.
Sergio LABAYEN
El sistema político de Uruguay determina que los candidatos de cada partido se elijan en unas primarias abiertas a toda la sociedad, que después el plebiscito sea obligatorio y que las campañas electorales sean tremendamente largas. La que nos ocupa comenzó hace tres meses, tras las primarias de junio, y discurre polarizada en torno a los dos Uruguay posibles tras las elecciones: la ratificación de la vía progresista, ahora liderada por un antiguo dirigente tupamaro; o la vuelta a las viejas recetas neoliberales de los 90, propuesta por un ex presidente que desangró al país durante su mandato.
Las encuestas indican que el Frente Amplio reúne entre un 44% y un 46% de intención de voto, seguido por el Partido Nacional (32-35%), el Partido Colorado (9-10%), el Partido Independiente (2-3%), Asamblea Popular (1%) y, finalmente, entre un 7 y un 10% de indecisos o a favor de otras opciones (votar en blanco o nulo). En definitiva, este sensible porcentaje de indecisos será el que incline la balanza de uno u otro lado, especialmente en un posible balotaje o segunda vuelta, que se celebraría a finales de noviembre con una más que previsible alianza entre blancos y colorados.
Los candidatos
El Frente Amplio se presenta a estas elecciones proponiendo continuar con los cambios implementados durante el primer gobierno de izquierda de la historia uruguaya, el encabezado por Tabaré Vázquez, un presidente saliente que goza de amplias simpatías entre la ciudadanía. El candidato para la reválida es José Mujica, el líder histórico del MPP, el movimiento con el que la guerrilla tupamara se integró en el Frente Amplio tras abandonar la lucha armada. Es un político bregado, con gran experiencia en la calle y en las esferas de poder, y muy carismático entre los sectores de izquierda por sus antecedentes y su estilo canchero, popular. El candidato a la vicepresidencia es Danilo Astori, ministro de economía durante el gobierno de Vázquez, que contribuye a moderar la fórmula del frente y sale en busca del voto más centrista.
El Partido Nacional presenta como candidato al ex presidente Luis Alberto Lacalle, que gobernó el país entre 1989 y 1994 dejando tras de sí un fenomenal desastre económico, un gran reguero de corrupción y la sangre de los baleados en el Filtro. Es el gran exponente de las ideas neoliberales y, en un desliz a inicios de campaña, ya anunció que aplicaría «la motosierra» en los gastos del Estado.
El histórico Partido Colorado fue noqueado políticamente tras sus dos últimas presidencias (1994-1999 y 1999-2004), que llevaron al país al desplome económico y al corralito financiero de 2002, decretado pocos meses después del argentino. Reducidos en 2004 a una expresión mínima, los colorados intentan recuperar posiciones de la mano de su joven candidato, que se presenta ante los electores sólo con su nombre de pila, Pedro, quizá para difuminar el Bordaberry suyo y de su padre, Juan María, el presidente que en 1973 entregó el gobierno a los militares y dio inicio a una dictadura de 12 años.
El Partido Independiente tiene poca presencia parlamentaria, pero lo ajustado de este proceso electoral puede hacer relevante su papel en la próxima legislatura. Finalmente, Asamblea Popular nació como alternativa electoral a la izquierda del Frente Amplio. A ella se han adherido varios sectores que pertenecían al frente, como el Movimiento 26 de marzo (antiguo brazo político del MLN) y varios representates de Corriente de Izquierda (escindido del MPP), entre ellos el histórico militante Helios Sarthou. El destino de los 40.000 votos que estas tendencias lograron en 2004 también será importante en estas elecciones.
Polarización
Además de lo ajustado de las encuestas, el perfil de los presidenciables ha ayudado a polarizar la campaña todavía más. Así, también se juega por ver cuál de los antecedentes pesa menos, por mucho que los candidatos a vice se dediquen en cuerpo y alma a tratar de suavizarlos.
Al inicio de la campaña, Lacalle utilizó el pasado de Mujica para insinuar acerca del clima más o menos atractivo para las inversiones internacionales que se daría en caso de la victoria de uno u otro candidato. No obstante, el frenteamplista ha dejado claro que continuará con las líneas económicas dibujadas en esta legislatura, exhibiendo como prueba las buenas relaciones de Astori con el FMI, el Banco Mundial y el gobierno norteamericano. De hecho, los dos líderes del FA emprendieron hace unas semanas una gira por el cono sur para explicitar claramente que su modelo es el de Lula, y no el de Hugo Chávez.
Así, la campaña se mueve entre las puñaladas que se dedican los dos principales candidatos, con Mujica destacando los logros sociales de este gobierno y recordando la nefasta gestión de su oponente, a quien acusa de querer acabar con muchos programas de protección social, y Lacalle prometiendo terminar con «el despilfarro» del Estado y con la inseguridad ciudadana, al tiempo que ataca y ridiculiza los modos de su rival.
No obstante, hay quienes afirman que esta polarización es una «ilusión óptica». Es el caso del politólogo uruguayo Adolfo Garcé, quien subraya que ambos candidatos son pragmáticos y que «tendremos versiones más moderadas de ellos» en el transcurso de la campaña. En esa línea pareció pronunciarse Pepe Mujica en su reciente visita al Brasil, cuando insinuó la posibilidad de incluir a los partidos tradicionales en una coalición de gobierno de concentración nacional.
Desgaste de la izquierda
Después de un lustro largo de gobiernos de izquierda en América Latina, las dificultades del Frente Amplio para revalidar la presidencia retratan de algún modo la situación del resto de los países del cono sur. Porque los mandatos de Tabaré Vázquez en Uruguay, Cristina Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile o el mismo Lula en Brasil, a pesar de su popularidad en la mayoría de los casos, van a expirar dejando un panorama bastante incierto para sus sucesores.
Los resultados de las parlamentarias argentinas de junio encendieron todas las alarmas en la Casa Rosada, y las presidenciales de 2011 se presentan más que complicadas para el kirchnerismo. En Chile, el candidato de la coalición conservadora cuenta con la mayor intención de voto de cara a los comicios del próximo mes de diciembre y, si bien no va a ganar en primera vuelta, es el favorito para la segunda. No será muy diferente el escenario en las elecciones de Brasil del año que viene, donde la candidata del PT tiene una popularidad notablemente inferior a la del presidenciable por el Partido de la Social Democracia.
Muchos analistas apuntan a que un regreso de las derechas a los gobiernos del cono sur podría tener su influencia en otros procesos como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia, ya que el nuevo escenario los colocaría en una situación de mayor aislamiento internacional, lo que podría alentar a los sectores reaccionarios de estos países a retomar sus ataques a los gobiernos populares. El golpe de estado de Honduras y la larga duración del actual régimen de facto son parte de esta preocupación, lo mismo que el establecimiento de bases militares norteamericanas en Colombia.
¿Giro a la derecha?
En un artículo publicado en «La Jornada» al hilo de las últimas elecciones argentinas, el periodista uruguayo Raúl Zibechi pronosticaba para Sudamérica «un giro a la derecha de gran impacto», y advertía de tendencias de fondo que no se verán frenadas aunque en Chile vuelva a ganar la Concertación o en Uruguay lo haga el Frente Amplio. El autor aludía así a «la irresistible decadencia del progresismo», entendiendo este modelo como «una corriente política gubernamental que ha dado continuidad al modelo neoliberal enarbolando un discurso similar al de las izquierdas».
Para el periodista, el avance de la nueva derecha ha sido alentado por los propios gobiernos progresistas, ya que «la continuidad y profundización del modelo neoliberal han expandido la base social conservadora». Además, apunta a que estas políticas «han fracturado el frente antineoliberal que contribuyó a convertir las movilizaciones en gobiernos», de forma que en todos los países han surgido candidaturas a la izquierda del oficialismo. Como tercer elemento, opina que las políticas sociales, bonos y subsidios han contribuido a aliviar la pobreza, pero sin restituir los derechos universales de los marginados, y de forma indirecta han conseguido debilitar y neutralizar a los movimientos sociales.
Según Zivechi, se estaría cerrando así el ciclo abierto por las masivas movilizaciones de mediados de los 90, que fueron «reconducidas» hacia el terreno institucional «por una camada de profesionales de la política que consiguieron atraer a los movimientos sociales a su terreno». Así, a corto plazo no ve una salida por la izquierda, ya que, «anulada la capacidad de movilización popular, las derechas revitalizadas están preparadas para recoger el desgaste del progresismo».