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Floren Aoiz historiador

¿Esto es todo? ¡Así no se para a un pueblo!

Como bien señala el autor, no es momento de arrogancias. Pero, ¿qué es sino pura arrogancia lo que guía la estrategia del Gobierno español? Se obsesionan con la izquierda abertzale, pero el problema es que «es imposible descabezar a un pueblo maduro».

No es momento para arrogancias, obviamente, pero, ¿esto es todo lo que pueden hacer los nacionalistas españoles para detener la marcha de este pueblo hacia su libertad? ¿Esto es fuerza, exhibición de poder? Euskal Herria tiene futuro mientras el proyecto de España avanza hacia el precipicio ¿y cantan victoria porque han vuelto a descabezar no sé qué oscura trama «filoterrorista»? Personas que hacían política a la vista de todo el mundo han sido arrestadas y los mercenarios de la pluma babean las necedades que les suministran desde las letrinas policiales. Medidas de seguridad, semiclandestinidad... aunque parezca mentira se regodean en la mediocridad del mismo discurso que ellos o sus antecesores hacían desde la prensa del Movimiento Nacional. Las mismas estupideces de la propaganda franquista con fecha de octubre de 2009. España siempre dando el último golpe a la insurgencia vasca. Hasta el próximo último golpe, claro. ¿Y esto provoca su triunfalismo?

¿No aprendieron nada de Bolívar, de Sucre, de Martí? ¿No conocen su propia historia? ¿Todavía creen que pueden solucionarlo todo mandando a los tercios de Flandes, a golpe de Inquisición, con detenciones y encarcelamientos? No se puede descabezar a una sociedad. Es imposible descabezar a un pueblo maduro. Tuvieron un imperio, hoy sólo tienen fuerza bruta, complejos y -sobre todo-, miedo. Miedo a perder el control. Miedo a una discusión democrática. Miedo a que el pueblo vasco decida libremente. Miedo a jugar con cartas sin marcar. El viejo miedo a que los mandemos a paseo.

Los perros pequeños suelen ser los que más ladran. A los grandes les basta con la impresión que provocan sus músculos y sus dientes. El nacionalismo español tiene que ladrar continuamente y se ve obligado a hacerlo cada vez con más estridencia. Para marcar territorio, pero sobre todo porque está convencido de que se enfrenta a «bichos» realmente mucho más fuertes. «Bichos» que además son un poco más fuertes cada día.

Todas las redadas son golpes para las numerosas personas que sufren directamente sus consecuencias. Lo son también para todos los que creemos que democracia y fascismo son incompatibles. No es agradable comprobar que el aparato del Estado español puede llevarse ciudadanos vascos prácticamente cuando quiere y como quiere. Es duro ver cómo la mayor parte de los medios de comunicación reproduce la versión oficial, mientras las voces críticas son acalladas. Sabemos que éste no será el último zarpazo represivo. Vendrán más. Todo esto es duro. Y puede ser más duro, pero la izquierda abertzale no ha nacido ayer. Su carga genética es bastante resistente a este tipo de agresiones. Lo ha probado sobradamente. Es más, hay algo mucho más importante que ese ADN a prueba de detenciones: la capacidad de adaptación a las circunstancias, la habilidad de reinventarse a sí misma, remontar las adversidades, asumir sus errores, felicitarse por sus aciertos y formular nuevos caminos.

Y esto no lo va a cambiar un ministro español por muy genio maquiavélico que se crea. Ni tampoco un Rodríguez Zapatero a la deriva, cuyo único horizonte es esperar que la crisis pase de largo, vender represión e intentar que el PP estalle por sus propias miserias. Sencillamente, no está en sus manos lograr lo que ni Franco ni quienes han tenido las riendas del Estado español en sus manos no pudieron conseguir. Y no lo está porque no se trata de la izquierda abertzale, sino de la sociedad vasca. La izquierda abertzale es sólo la expresión de una realidad social que no puede cambiarse desde Madrid o París.

No es lo mismo entorpecer una agenda prevista que sabotear una estrategia. No es lo mismo un golpe de imagen que una victoria política. ¡Por favor!, ¿tan listo se cree Rubalcaba que piensa que la izquierda abertzale no había previsto que iba a ocurrir precisamente esto? ¡Pero si hasta habían fanfarroneado desde ámbitos del Estado con la preparación de la operación!

¿Quién no ha llegado al otoño con los deberes hechos? ¿Quién ha perdido la paciencia ante el fracaso de sus planes y la frustración de sus expectativas? La enésima maquiavelada ha vuelto a fallar. Parece mentira, pero han repetido la misma simpleza de 1992, tras las detenciones de Bidart, cuando se quisieron autoconvencer de que mandando al PNV a dialogar con Herri Batasuna iban a lograr lo que no habían conseguido hasta entonces. Ahora han jugado la carta de apretar las tuercas a la izquierda abertzale para fracturarla. «El País», otra vez portavoz oficioso de las tesis cuarteleras, dice que el Ministerio del Interior se ha cansado de esperar. Si lo dicen los de Prisa, seguro que es así. Ellos saben bien qué ambiente hay en ese Ministerio. Lo que no nos aclaran es qué estaban esperando.

Ya dijeron que responderían policialmente a cualquier iniciativa de la izquierda abertzale. Declararon solemnemente que ni siquiera aceptarían condenas de la acción de ETA pese a haberlas exigido a lo largo de los años. ¿Qué era lo que el Gobierno español esperaba y no se ha producido? Una fractura interna en la izquierda abertzale. Ese era el juego. Ese era el objetivo. Y no ha ocurrido. Han vuelto a fracasar. Por eso se les ha acabado la paciencia cuando han comprendido que no iban a lograr su objetivo. La redada es la expresión de esa frustración, pero también el acuse de recibo de su debilidad ante una izquierda abertzale con iniciativas.

No se trata de «cojones», como dice más de uno de ellos, sino de democracia. Explicarle esto a un nacionalista español es una tarea titánica, pero es así: el debate no está en términos de fuerza bruta. Ahí quieren llevarlo quienes carecen de argumentos pero disponen de policías y jueces. La cuestión es otra: no se puede negar eternamente a un pueblo el derecho a decidir libremente su futuro. Ahí les duele. El nacionalismo español se retrata en su talante autoritario y macarra, en su mala leche, porque en una discusión democrática se siente desamparado, desnudo, débil. Pero no va a poder escurrir el bulto por mucho que esgrima la porra.

Rubalcaba dice que la izquierda abertzale debe elegir entre violencia y política. ¿Las detenciones son política o violencia? Es más bien el Gobierno español el que debe afrontar esa elección. Pero ahora debe saber que Euskal Herria no va a esperar a que decida. No va a ser el Gobierno español el que dirija el debate en la izquierda abertzale, con detenciones o sin ellas. No marcarán el rumbo de la sociedad vasca por mucho que crean que pueden hacerlo gracias a la acción policial.

En otras ocasiones, un golpe represivo ha sido el precipitante de nuevos pasos en la sociedad vasca. Eso sería devolver el golpe donde más les duele. Si a este intento de frenar la marcha de la izquierda abertzale y la búsqueda de complicidades con otros agentes progresistas y abertzales del país se le responde con imaginación, serenidad y firmeza, el impacto del boomerang va a ser sonado. Y, sobre todo, avanzaremos hacia un escenario de paz y libertad donde nadie, absolutamente nadie sufra ninguna violación de sus derechos por sus ideas políticas.

Llenan las cárceles y lanzan amenazas, pero aunque sabemos que la ruleta represiva puede detenerse en cualquier casilla, miramos al futuro con esperanza mientras ellos lo hacen con miedo. Que se queden su pasado imperial reaccionario y autoritario, ese pasado en el que la fuerza bruta se impone sobre la voluntad popular. Nosotras y nosotros queremos el futuro. Un futuro en el que nuestro pueblo será lo que quiera ser.

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