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Oihana Llorente Periodista

Treinta años de rebeldía

La juventud vasca siempre ha sido un tema recurrente para analistas y comentaristas que han querido hacerles la cama a jueces y policías. Un contenedor en llamas o un autobús apedreado es al parecer la imagen que mejor les define, mientras que miran para otro lado cuando con un presupuesto de risa y con mano de obra baratísima consiguen realizar un macroconcierto que ya querría el BBK live.

La temprana edad de sus militantes no es impedimento para que la juventud vasca sea uno de los sectores más comprometidos y solidarios con este pueblo. No sólo constituyen la vanguardia, sino que los jóvenes que se organizan y luchan a favor de una sociedad más justa son en sí mismo una victoria; una generación que el sistema no ha conseguido derrocar y, por lo tanto, la esperanza de que merece la pena luchar.

Las declaraciones de Rubalcaba pintan bastos, pero están de celebración, porque ya son treinta años de organización y pelea, de mareas de jóvenes en remotas montañas, de días de debate y reflexión en las gazte eskolas. En definitiva, 30 años expresión de rebeldía y firmeza.

Estos cientos de jóvenes independentistas encarnan, además, el testigo de la lucha por este país. La esperanza de que están cada día más cerca un mundo más justo y una Euskal Herria independiente, donde la dignidad, la lucha y el compromiso no volverán a obligar a madurar entre rejas a ningún joven vasco más.

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