Está estudiado: el protagonismo infinito provoca dolores infinitos y celos insuperables cuando se piensa que se ha perdido algo de cuota de pantalla. Los especialistas en crear fenómenos mediáticos, en buscar estrategias que hagan que alguien se mantenga siempre en primera línea no se fijan en Belén Esteban, ni siquiera en la princesa periodista a la que su equipo de propagandistas están convirtiendo en un icono erótico, de estilo o de clase, que es un milagro. El ejemplo más estudiado en las facultades de comunicación, psicología y derecho torcido es el excelentísimo señor don Baltasar Garzón.

ZP tenía su día de gloria, su triunfo mediático, su confirmación como estadista planetario y era recibido en la Casa Blanca por el Nobel de Paz, Emperador Barack Obama. Esa noticia se convirtió en algo de menor rango por tres acciones en las que el mencionado personaje de la élite mediática tiene mucha presencia. A saber: El caso Gürtel, el secuestro y mala resolución del Alakrana y la nueva encarcelación arbitraria de unos miembros más que conocidos de la izquierda abertzale que estaban, parece ser, reunidos para intentar vehicular una opción política democrática.

La detención de Otegi y compañía es la guinda, la manera que ha encontrado Garzón de no perder comba, para no dejar de intervenir de manera alegre y combativa en la vida política de los vascos. Sus considerandos valen más que mil programas de Paco y Antonio y mucho más que mil rosarios de Erkoreka y Urkullu con el cuello levantado o plano. Si anulamos cualquier opción, y lo prohibimos todo, el camino está limpio. Los principios democráticos son rémoras del pasado. Un hombre posmoderno y mediático, hace lo que tiene que hacer. Y punto.

La calentura con los dos supuestos secuestradores del atunero es un acto de soberbia que le va a costar a las familias de los pescadores mucho más calvario y a quien sea mucho más dinero para pagar el rescate, si no es que tenemos que lamentar otras acciones más radicales.

Como ven los celos le pueden y busca protagonismo desesperadamente y no siempre es a favor de la Justicia. Ni de la Democracia. Se merece un Nobel. O dos.