La última razzia de las tropas españolas contra la izquierda vasca, ordenada por el juez Baltasar Garzón y dirigida por el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba, mereció ayer numerosos titulares de tonos triunfales y fotografías de los dirigentes abertzales esposados. Pocos, sin embargo, decidieron opinar al respecto. Tal vez porque resulte difícil de explicar.

Sí lo hicieron, no obstante, «Diario de Navarra», «El Correo Español» y «El Diario Vasco».

Los de «Vocento» se esforzaban en barnizar de sentido común lo que buena parte de sus propios lectores entienden como un disparate.

Según el editorialista de los dos medios, las detenciones «vuelven a demostrar que la acción de la Justicia, y del Estado de Derecho en su conjunto, no se detendrá mientras la trama terrorista persista en su intento de actuar mediante una violencia justificada por un sinfín de actividades de pretendido carácter social y político». Groucho Marx no lo hubiera hecho mejor.

Tampoco las tiene todas consigo y, por si acaso, se cubre la espalda: «A la acusación pública le corresponde dar cuenta de las razones que han llevado a la Audiencia Nacional a ordenar estos arrestos y, en su caso, avalar con pruebas las acusaciones a las que pudiera dar lugar el proceder de los detenidos. Pero, de confirmarse las sospechas que explicarían la decisión del juez Garzón, echarían por tierra cuantas especulaciones han venido apuntando a la eventualidad de que en el seno de la izquierda abertzale pudiera estar gestándose una alternativa distinta a la de la inercia terrorista». Eso es, puritita especulación. Y en la democracia a la española, especulando, especulando, te meten en la cárcel.

Y el editorialista de «Diario de Navarra», exultante, lo daba todo por hecho. O sea, la especulación elevada a la categoría de hecho demostrado: «No hace falta insistir en los variados disfraces y subterfugios que emplean los radicales para engañar al Estado de Derecho, como hicieron con el PCTV y quizá sea hora de habilitar remedios judiciales que detengan la pandemia de siglas y el afán de burlarse de la ley». Pandemia eres tú, bonito.