Cambio político en sudáfrica
«Tras la derrota de Mbeki, el ANC debe girar a la izquierda»
Patrick Bond
Profesor de economía política en Sudáfrica
Patrick Bond (Belfast, Irlanda, 1961) es uno de los intelectuales más prestigiosos de Sudáfrica. Asesor personal de Nelson Mandela durante la transición, fue uno de los autores del primer programa económico del Congreso Nacional Africano (ANC). Expulsado por demasiado izquierdista, hoy es profesor de Economía Política en la Universidad de Kwa-Zulu Natal. También dirige el Centro para la Sociedad Civil, dependiente de la misma universidad.
Joan Canela Barrull | Johannesburgo
Patrick Bond cuenta entre risas que dejaron de encargarle los discursos de Mandela cuando uno de ellos provocó una caída de la bolsa. Director del Centro para la Sociedad Civil, sigue en la brecha impulsando el debate político, asesorando a movimientos sociales y formando activistas, en una mezcla de actividad académica y militante.
Aunque ha escrito mucho sobre el proceso político sudafricano -su libro «Transición de elites» es ya un clásico- sus especialidades van desde la deuda externa hasta la justicia ambiental, pasando por la globalización económica y el análisis de las protestas sociales.
En abril el Congreso Nacional Africano (ANC) dirigido por Jacob Zuma arrasó en las elecciones con la promesa de dar un fuerte giro a la izquierda. ¿Cumplirá esta promesa?
Zuma consiguió está aplastante victoria gracias a su uso de los símbolos revolucionarios de la lucha anti apartheid, como el Umshini Wam (canción de los ochenta en apoyo a la lucha armada). Pero para este tipo de líderes -no sólo en Sudáfrica, sino en otras partes del continente- la retórica de la revolución es la única conexión entre el pasado y el presente, lo que continúa motivando a las masas.
Después, en la cúpula del partido se encuentra una clase alta totalmente entregada al neoliberalismo que controla las principales políticas. Es lo que yo denominé en mi ensayo «hablar por la izquierda y andar por la derecha» (talk left, walk right).
¿Ni en tiempos de crisis, en que el neoliberalismo está desacreditado en todo el mundo?
Naturalmente estamos frente a una oportunidad de dar carpetazo a estas políticas tan negativas. No sólo por la crisis, también porque cada vez hay más gente que ya no soporta más los antiguos argumentos de que la desregulación y la liberalización traerían el bienestar general. Lo hemos visto los últimos meses con las revueltas comunitarias y la gran oleada de huelgas.
El problema es que en realidad no hemos roto con el neoliberalismo, éste se ha hundido, pero la izquierda no es suficientemente fuerte como para reemplazarlo. Ni tan siquiera en América Latina, donde hay un proceso mucho más avanzado que en África. Los movimientos son vacilantes.
Una de las promesas estrella de Zuma es la implementación de un Seguro Nacional de Salud (NHI por sus siglas en inglés) que es motivo de fuerte controversia mediática. ¿Conseguirá el Gobierno imponer su proyecto?
El NHI seguramente será el mejor test para saber si Sudáfrica va a girar a la izquierda. Yo he estado trabajando mucho en la parte económica del proyecto y creo que es muy razonable. Se quiere crear un sistema equiparable al de Canadá, donde junto a un sistema público muy bueno se permite un sector privado potente. Pero claro, esto no interesa a la industria médica, que es muy poderosa y que ha montado una eficiente campaña mediática contra el NHI. Incluso dentro del mismo Gobierno hay voces que quieren rebajar el proyecto inicial.
En las próximas semanas debería aprobarse el proyecto de ley y creo que será un buen momento para determinar si el ANC se mueve hacia la izquierda o se mantiene a la derecha.
Otro cambio es la oposición a los tratados de libre comercio con la Unión Europea [conocidos como NEPAD], contra los que Sudáfrica está mostrando una enérgica resistencia...
Es vital. Tenemos un ministro de Comercio e Industria, Rob Davies, muy bueno, proveniente del Partido Comunista. Probablemente el mejor ministro de Comercio del mundo.
Está resistiendo bien a las presiones europeas y ha anunciado que si Botswana y Namibia firman los NEPAD reinstaurará los aranceles para proteger la industria sudafricana de productos europeos «re-exportados». Está siendo muy enérgico en frenar el neoliberalismo en el comercio. Pero existe un peligro, y es hasta qué punto responde a una voluntad de proteger los intereses de Sudáfrica como potencia subimperialista en África. Tenemos que ejercer un liderazgo continental, pero también ser cautos para no transformarnos en imperialistas.
Pero al final sí que ha habido algún cambio.
Bueno, sí que veo una pequeña apertura hacia la izquierda... De todas formas el punto clave aquí es la política fiscal y el control del cambio de divisas. Estoy asesorando a algunos sindicalistas en sus negociaciones con el gobernador del Banco Central para tratar de aumentar este control, pero no creo que el gobierno ceda en esto. Está por ver qué pasará con los sindicatos y el ala izquierda del ANC.
¿Podrían crear un partido propio?
Yo apostaba por esta opción durante los gobiernos más derechistas de Thabo Mbeki. Pero ellos, principalmente el Partido Comunista, optaron por enfrentarse a Mbeki y lo derrotaron. Realmente fue muy emocionante.
Durante la lucha anti apartheid el ANC tenía fuertes tendencias socialistas ¿Cómo llegó esa transformación?
Esto no le pasó sólo al ANC, sino a todo el nacionalismo africano, que es el vehículo que canaliza las aspiraciones anticoloniales y antirracistas de las clases medias. Pero, como cuenta Franz Fanon de forma preciosa en «Los condenados de la tierra», una vez llegadas al poder estas clases medias se dan cuenta de que su economía sigue dependiendo del capital internacional. Sin un proyecto de clase, sin capacidad para construir una economía nacional ni para una acumulación de capital indígena, los antiguos revolucionarios pierden la integridad y se transforman en clase compradora, en aliada del capital neocolonial. Su control del Estado ya sólo sirve para buscar su propia reproducción y se destruye la revolución.
Esta es la verdadera historia común de África, y Sudáfrica no es tan diferente. Con la excepción de que existe un pequeño partido comunista y un movimiento sindical muy bueno. Además, en los últimos diez años ha nacido una cultura de las protestas comunitarias que dificulta la corrupción del movimiento, lo sigue estirando hacia sus orígenes de liberación.
Usted redactó una parte del Programa de Reconstrucción y Desarrollo (RDP por sus siglas en inglés) de orientación socialista, pero a los dos años fue sustituido.
El RDP no era un programa enteramente socialista. Tenía un capítulo con grandes promesas de bienestar, pero otro que ya contenía grandes trazas neoliberales y otro más centrista, basado en una economía nacional. Eran tres programas en uno. Y fue con este texto con el que el ANC ganó en 1994.
Ya desde antes, cuando Mandela aún no era presidente, empezaron a hacerse inviables las propuestas de izquierdas, empezó un largo camino de «indicaciones» del BM y del FMI para dirigir una suave transición del apartheid racial al apartheid social. En 1993, el ANC autorizó el pagó de 25 millones de dólares a bancos que habían hecho préstamos al régimen racista. Y esto no se hizo voluntariamente.
En enero de 1994, el director del FMI, Michel Camdessus, vino a ver a Mandela y le dijo: «Ya no existe ninguna URSS que pueda ayudaros» y le conminó a mantener al ministro de Economía y al director del Banco Central del apartheid. Así que la parte socialista del RDP nunca llegó a aplicarse. Aún así les parecía un programa demasiado «radical» y fue substituido por otro ya plenamente neoliberal.
Usted sostiene que estas cesiones se encontraban en el origen mismo de la transición.
Sí. Todo el proceso fue un pacto entre elites, donde la clase dirigente negra obtenía el poder político a cambio de que la blanca mantuviera el económico.
Y esto se ve claramente desde 1985, cuando hubo las primeras negociaciones secretas patrocinadas por la AngloGold (primera corporación minera de Sudáfrica y una de las mayores del mundo) tras un derrumbe de la Bolsa de Johannesburgo.
Fue el mundo de los negocios el que inició las conversaciones con la resistencia y como premio obtuvo, no sólo mantener todo lo que había acumulado gracias al apartheid, sino incluso sacarlo del país. Hoy las sedes de las mayores empresas sudafricanas están en Londres.
¿Y esto se dio sin ninguna ruptura importante en el ANC?
No te equivoques. Es cierto que muchos militantes fueron cooptados con cargos, buenos empleos y con la promesa de que esta era una fase y después habría una segunda parte hacia el socialismo. Pero otra mucha gente se quedó en la sociedad civil, luchando en movimientos como el TAC (Campaña de Acción por el Tratamiento, que demanda antiretrovirales para los enfermos del SIDA), que está formado por antiguos militantes del ANC y que es muy fuerte.
El problema es que los diferentes movimientos sociales que existen aquí y que luchan por la tierra, la salud, servicios públicos o igualdad de género no han llegado a acumular suficiente fuerza para presentar una alternativa global. Se han quedado cada uno con su reivindicación concreta sin ser capaces de crear un programa común.
¿Por qué ha pasado esto? Es difícil de decir. Existen factores parciales, como los personalismos o intereses diferentes, pero hay también un problema de cultura política que no es exclusivo de Sudáfrica, que se puede ver en el Foro Social Mundial, cuando los mismos activistas se encuentran en las reuniones de diferentes temas y no son capaces de enlazar todas estas problemáticas.