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Ainara Lertxundi Periodista

Hay muchos burkas en Afganistán

Al hablar de Afganistán y mujer, a todos nos viene a la mente, de manera casi irreflexiva, la imagen del burka como símbolo mayor de la opresión y de la vulneración de derechos. Esta prenda suele acaparar la mayor parte de las mesas de debate en radio o televisión, en una simplificación de la compleja realidad afgana. Con un discurso firme, directo y sin vacilaciones, la parlamentaria y activista Malalai Joya ha desmontado ciertos clichés instaurados en el pensamiento occidental. El primero, que en la época talibán estuvieran mucho peor y, segundo, que el burka sea el principal obstáculo e impedimento para el desarrollo de la mujer.

A los talibán los echaron, pero en su lugar pusieron de nuevo a los señores de la guerra y un Gobierno y un Parlamento marcados por la corrupción. Lo que menos importa e interesa es la emancipación sociopolítica e intelectual del pueblo. Es más rentable cerrar escuelas, no pagar los salarios a los profesores -cuando el sueldo medio de un diputado oscila entre los 5.000 y los 10.000 dólares-, privatizar las pocas universidades del país, indultar a quienes violan y matan a las niñas de camino al colegio o cerrar los ojos cuando son envenenadas para impedir que ejerzan su derecho a estudiar. En este clima, al que se suman los bombardeos casi diarios e indiscriminados de la OTAN, ¿quién se atreve a mandar a sus hijos a la escuela?, se pregunta Malalai. La respuesta es obvia.

La vida ha perdido todo su valor en un país marcado por ocupaciones e interminables guerras. «La única diferencia es que ahora se mata en nombre de la seguridad y de los derechos de la mujer», que en infinidad de situaciones se ve obligada a refugiarse detrás del burka.

El gran «delito» de Afganistán es su situación geoestratégica y ser «centro mundial de la producción de droga», que paradójicamente ha aumentado bajo la ocupación. Pese a todo, Malalai ve «elementos» de esperanza, que podrán hacerse realidad si acaba la ocupación y se deja de invertir en la guerra.

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