GARA > Idatzia > Iritzia> Kolaborazioak

Francisco Larrauri Psicólogo

Propagar el bulo

Los posibles pactos y alianzas que se empiezan a perfilar para superar el apartheid político en Euskal Herria causan tanto miedo que sólo pueden utilizar el viejo recurso de la propaganda

La repetición y similitud de crónicas políticas de las últimas detenciones ocurridas en Euskal Herria por hacer política pone de manifiesto el intento de cloroformar intelectualmente a la comunidad por parte de avezados especialistas de la cámara y del papel. La copia, la repetición sin disimulo, la falsedad repetida mil veces, la propaganda de propagar el bulo se utiliza siempre cuando falla la razón. Un ejemplo del ayer reciente.

Se inventaron las pruebas para invadir el Irak gobernado por un dictador de esos a los que los Roosvelt-Kissinger definían como «nuestro hijo de puta», al que amamantaron mientras les sirvió, convirtiendo después sin escrúpulos todo el país y a la sociedad iraquí en un juguete roto. No han obtenido el preceptivo éxito militar para mitigar la mentira y ahora se justifican con la disculpa de que les engañaron con todos sus muertos incluidos. Encima de la mesa y desparramadas por el desierto están las cruces con estrellas de inocentes caballeros y damas de la reconquista americana que les siguieron solidariamente, mientras millones de ciudadanos sin información secreta, pero inteligentemente informados, les animaban a que se quedasen en casa haciendo el amor.

Las mil pruebas que se escribieron sobre la existencia de armas de destrucción masiva con fotos trucadas, con estudios plagiados de estudiantes universitarios, con documentos secretos inventados, siempre en flagrante contradicción con quienes verdaderamente las buscaban, se han convertido en mil mentiras. Son mil coces que ha encajado la sociedad que ocupó democráticamente las calles en contra de la guerra y que después les ha devuelto a todos los gobernantes. La coalición invasora no ha podido manejar la gran mentira que ha sepultado bajo una losa de críticas a los tres presidentes de las Azores. Bush, Blair y Aznar son ya escoria de la historia. Hasta aquí la evidencia, que ahora entiende todo el mundo mundial.

Hoy curiosamente el mecanismo se repite, porque las mil pruebas y las mil mentiras que los servicios secretos españoles fabricaron para justificar la invasión son del mismo estilo y calibre de las que se presentaron para redactar la Ley de Partidos española que dejó a un sector de los vascos sin opción de voto ni representación, y las mismas pruebas y mentiras para encarcelar a decenas y decenas de vascos por hacer política. Para justificar la detención de Arnaldo Otegi han habilitado mil pruebas, estudios, vídeos y sentencias, para construir un montaje político y mediático. Han manipulado las mil pruebas y las mil mentiras para confundir a la opinión pública que, sin informes secretos, exige inteligente y pacíficamente en la calle libertad y democracia para todos los vascos, de acuerdo con una legitimidad histórica que supera a la misma monarquía española.

Con la intención de engañar, se sacaron de la manga la correa de transmisión y de la chistera el conejo del terrorismo, el mismo ardid que ha convertido Afganistán e Irak en tierra quemada y desestabilizada. Miles y miles de vascos un sábado en la Concha les han dicho que se equivocan, como se lo habían dicho millones de manifestantes antes de la invasión de Irak.

Los posibles pactos y alianzas que se empiezan a perfilar para superar el apartheid político en Euskal Herria causan tanto miedo que sólo pueden utilizar el viejo recurso de la propaganda. Y entonces aparecen en la oficina siniestra plumas al servicio del régimen que escriben al dictado y, fieles a la ideología de Maquiavelo, ponen a su director por encima de la salvación del alma, del honor y de su firma, como recoge Soroa con su lupa en este periódico, para convertirlo todo, todo, en terrorismo. Hacen propaganda o, lo que es casi lo mismo, propagan el mismo bulo. Mienten por intereses. Los que se prestan son víctimas de un aprovechamiento calculado de todos los resortes conscientes e inconscientes, típico en personajes de fachada con un deseo de notoriedad desmesurada. Están siempre dispuestos a transmitir lo ordenado porque piensan que siempre es posible encontrar o fabricar pruebas. El hecho de que los vascos detenidos vayan a la cárcel es la prueba de su culpabilidad.

Estos trabajadores de la oficina siniestra viven en el imaginario del faccioso del 36 con su España una, y compensan la realidad con la mentira. Son una especie de vencedores mal aconsejados, sólo quieren una voz y además el poder les legitima para penalizar cualquier injerencia. «Mi honor se llama fidelidad» era la consigna de las SS. Rubalcaba y sus epígonos han demostrado últimamente que son una amenaza para los ciudadanos que no piensan como ellos cuando se les escapa la unidad de España. Tenemos evidencias suficientes en ese sentido, pero la historia avanza más deprisa de lo que algunos dirigentes españoles pretenderían.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo