Israel mata de sed a los palestinos
Israel trata por todos los medios a su alcance de someter a Palestina, de doblegar sus legítimas aspiraciones como nación desposeída y de abortar cualquier intento de sus habitantes por levantarse tras cada golpe que le asesta. Sus ansias de aniquilación llevan a las autoridades sionistas a utilizar las armas militares más destructoras, como demostró a finales del pasado año con la invasión de la Franja de Gaza, pero también otros métodos más silenciosos, pero no menos demoledores. Este último es el caso de la gestión que el Gobierno israelí realiza de los recursos acuíferos de la zona, al utilizar el líquido básico como cruel método de presión contra el pueblo palestino, especialmente en Gaza. Según un informe hecho público por Amnistía Internacional, en la franja ocupada se subsiste a duras penas con niveles de agua inferiores a los que internacionalmente se consideran mínimos para la supervivencia en situaciones de emergencia, merced a la negativa israelí a realizar trasvases desde Cisjordania.
Así, mientras los colonos de los asentamientos ilegales derrochan el agua en jardines y piscinas, los palestinos mueren de sed. No es una forma de hablar. En Gaza apenas hay agua, y el 95% de la poca de la que disponen está contaminada y no es apta para el consumo humano. Hace muchos tiempo que, para Israel, los derechos humanos dejaron de ser un límite.