Beatriz Arana Miembro de la Asamblea contra el Tren de Alta Velocidad
Los pretendientes de Jaizkibel
La desfachatez y la hipocresía de políticos y empresarios parece no tener límites. No paran de hablar del cambio climático y del medio ambiente mientras impulsan proyectos devastadores para la tierra y las personas. Su codicia aflora bajo el traje de la «sostenibilidad» dejando bien claro que sus negocios son lo primero aunque para ello tengan que tiranizar a los pueblos y destruir irreversiblemente la naturaleza
Un puerto de mar ha sido siempre un lugar evocador, romántico, donde el amor y las pasiones vienen y van meciéndose con el oleaje, donde el tiempo y el salitre llevan y traen ensoñaciones y recuerdos de amores vividos y deseados. En la memoria suena la leyenda de «un amor en cada puerto»...
La pretensión de construir un superpuerto en Jaizkibel, sin embargo, poco tiene de romántica. Varios pretendientes llevan tiempo rondando esta montaña con la intención de pedirle la mano para arrebatarle el brazo -y todo lo demás-, hasta desfigurarla por completo. Cada uno de ellos llega con un regalo de compromiso. Algeposa le trae un camión, Fagor un frigorífico, Arcelor-Mittal una bovina, la Autoridad Portuaria un coche y Petronor una central térmica de ciclo combinado. Cada uno de los pretendientes se muestra encantado con las intenciones y regalos de los demás y entre todos han llamado a la culminación del enlace intermodalidad «ambientalmente sostenible» que, aunque parezca una broma, consiste en transformar un enclave litoral único en el mundo en un macropuerto que atraería el transporte masivo de coches, el tráfico de camiones, la quema de gas, el refino del petróleo y la producción de coke.
Cada uno de los regalos está envenenado. Josu Benaito, director de Transportes del Gobierno vasco, declaró en la prensa hace unos días que «entre 1990 y 2004, el consumo de energía del sector del transporte aumentó un 88% y las emisiones de gases de efecto invernadero un 92%». En palabras del mismísimo presidente de Petronor, cada litro de gasolina emite 2,3 kg. de CO2 a la atmósfera. Y por todo el mundo es sabido que las centrales térmicas son las responsables de las emisiones de gas metano, mucho más activo que el CO2 en cuanto al efecto invernadero.
Las instituciones, como entes públicos que son, tienen la obligación de desenmascarar el veneno del conjunto de los regalos ante la ciudadanía e impedir la boda. Pero en lugar de ello, la Diputación se convierte en madrina del perverso enlace y en un arrebato de «amor medioambiental» decide agujerear a la cortejada con dos túneles que serían el paso previo a la dársena, cuya construcción supondría la condena a muerte de Jaizkibel. No sé por qué me ronda la cabeza el tristemente famoso dicho de «la maté porque era mía».
La desfachatez y la hipocresía de políticos y empresarios parece no tener límites. No paran de hablar del cambio climático y del medio ambiente mientras impulsan proyectos devastadores para la tierra y las personas. Su codicia aflora bajo el traje de la «sostenibilidad» dejando bien claro que sus negocios son lo primero aunque para ello tengan que tiranizar a los pueblos y destruir irreversiblemente la naturaleza. Y para más cachondeo, llenan las calles con pósters grandes a todo color en los que se ve a una mujer embarazada de la tierra y en los que se lee «La tierra como la madre no hay más que una. Cuídala». Ya vemos, ya, el ejemplo que dan ellos tras derrochar dinero público en anuncios carísimos.
Jaizkibel no necesita ser puerto para vivir las más apasionadas historias de amor. Toda aquella persona que se precie de serlo, es decir, que tenga un mínimo de sensibilidad, cae rendida a sus encantos nada más conocerle. Miles somos los amantes que esta montaña tiene, gentes enamoradas de la naturaleza y de los tesoros que guarda en ella el litoral guipuzcoano. La amamos con locura conscientes de que no es ni nuestra ni de nadie, sino de todo el mundo, un préstamo de la tierra y del mar que tiene que llegar intacto a nuestros descendientes.
Sólo lograrán seducirla quienes sepan apreciar las ánforas, los cilindros, las tortugas, los panales de abejas que esculpen las areniscas, los colores violeta, rojo, ocre y anaranjado de sus cuevas y grutas, el flysch del Eoceno, el pseudo-karst y las concreciones esféricas cuyo conjunto forma un libro abierto de geología que habla y ofrece tesoros únicos en el mundo.
Pero los necios de hoy en día, herederos de los conquistadores que arrebataron la tierra y el oro a los pueblos originarios con la excusa de que no tenían alma, siguen conjurando a favor de la ignorancia sin necesidad de la bula papal, pues les basta con la complicidad de nuestro silencio. Desenmascaremos bien en alto sus intenciones aunque al final ellos hagan lo que quieran, como siempre, porque suyo es el poder y la fuerza. Pero al menos que nos oigan bien, que no nos tomen por tontas.