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Siete voces y un dilema: cómo continuar el éxito del 21-M

La huelga del 21 de mayo marcó un jalón. Cinco meses después, los siete convocantes lo tienen claro. Pero en la mesa redonda celebrada anteayer en Iruñea se les preguntó además «¿ahora qué?». A partir de ahí llovió una tormenta de ideas que deben ser refundidas. No faltó una notable carga de autocrítica.

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Ramón SOLA

Mientras Iruñea se llenaba de altos directivos por el congreso realizado en Baluarte y clausurado ayer por Felipe de Borbón, en una sala muchísimo más modesta, la de Zabaldi de la calle Nabarreria, los siete convocantes de la huelga del 21 de mayo se juntaron de nuevo. Fue un debate divisible en tres fases: el ayer -la huelga-, el hoy -cómo darle continuidad- y el mañana -cómo evitar que la salida de la crisis también la paguen los trabajadores-. Una tormenta de ideas a siete voces: Mitxel Lakuntza (ELA), Igor Arroyo (LAB), Xabier Barber (ESK), Amaia Zubieta (STEE-EILAS), Mikel Altzuart (EHNE), Patxi Agirre (Hiru) y Txema Berro (CGT).

Ayer: La huelga «política»

Abrió el fuego Mitxel Lakuntza (ELA) con una afirmación rotunda: «En plan despectivo, Miguel Sanz dijo que ésa era una huelga política. Y por una vez tenía razón. Fue política porque las razones son políticas, y porque los partidos y gobiernos tienen una responsabilidad. Esto es cuestión de políticas».

Igor Arroyo (LAB) saludó que la huelga ha creado mejores condiciones, porque «hace dos años la situación para los sindicatos y trabajadores era muy mala: beneficios empresariales impresionantes, flexibilidad a tope, miedo al mal menor, a la hipoteca...» Pero lamentó que el buen resultado a nivel sindical no tenga correspondencia en el lado social («hay menos movimiento del que cabía suponer») y en el político («la ilegalización de Batasuna condiciona»).

Agirre (Hiru), Zubieta (STEE-EILAS) o Altzuart (EHNE) admitieron ciertas dudas previas ante la convocatoria del 21-M por su condición de sindicatos sectoriales, pero se mostraron satisfechos por el resultado final. El transportista confesó que «algunos afiliados nos dijeron que era política hacer huelga, pero les dijimos que también es política no hacerla. Y ahí se acabó la discusión».

Hoy: seguir avanzando

Pasados cinco meses, ¿cómo seguir avanzando? Pese a elementos como el decálogo, hubo cierta coincidencia en la autocrítica. Txema Berro (CGT) subrayó que «ha faltado continuidad, hemos fallado en eso». Arroyo recalcó también que el 21-M «no era el final, sino el punto de partida» y abogó por «nuevos pasos».

Lakuntza ironizó con que «el cambio de modelo no va a venir por el diálogo social, sino por la capacidad de organización y protesta de la izquierda». Puso como referente positivo de logros de los trabajadores a Suecia y recordó que allí «en la primera mitad del siglo XX se hicieron muchas huelgas».

Agirre e Irigarai hicieron un diagnóstico aún más crítico por el deterioro de sus sectores. El de Hiru explicó que sus dramas empezaron en realidad «en octubre de 2007, cuando empezó a especularse con el petróleo». Y el representante de EHNE añadió que «en la agricultura y la ganadería, esto es estructural. Así que bienvenidos a la crisis», apuntó con ironía.

Mañana: cambiar el fondo

Pero la parte más jugosa del debate estuvo más al fondo: en el modo de combatir el actual sistema. Para CGT, es evidente que si la salida de esta crisis se produce desde recetas desarrollistas «vendrán otras aún más duras». Planteó la necesidad de abordar fórmulas como el reparto del trabajo, «incluso con merma del salario. Habrá que ver si al reducir el 20% de jornada hay que reducir el 20, el 18 o el 10% del salario, pero hay que hacerlo». Zubieta alertó de que en estos casos «las mujeres son las primeras que se van a casa».

Xabier Barber (ESK) añadió que «aunque suene a años 70, hay que nacionalizar la banca. No sé bajo qué nación, pero hay que nacionalizarla. Y tenemos que hacer el debate del crecimiento, quitar valor al tener y dárselo al ser».

«Juntas fuerzas» fue una alusión común. Arroyo habló de la necesidad de «reorganizar para hacer esa ofensiva a tres niveles: laboral, social y política». Lo importante es no pararse.

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