Como suele ser habitual a mediados de legislatura, el Parlamento navarro hizo pública ayer una gran encuesta que incluye valoraciones sobre partidos, instituciones y políti- cas junto a un sondeo de estimación de voto. Tras los vaivenes producidos en la política navarra en los últimos meses -ruptura del pacto UPN-PP, expulsión de CDN del Gobierno y divorcio municipal entre PSN y Nafarroa Bai-, el sondeo era esperado con un plus de expectación que habrá aumentado la decepción de muchos. Y es que el mapa resultante muestra que la situación estaba donde está, y si bien se producen numerosos movimientos tácticos, la distribución general de fuerzas es estable, al menos mientras se mantenga el actual campo de juego y las reglas trampeadas del posfranquismo.

Sin embargo, una lectura alejada de la superficialidad del apartado de intención de voto muestra algunas tendencias reseñables. La ciudadanía pasa factura, por ejemplo, a la inoperancia y desidia del Gobierno y el Parlamento navarro ante la situación política y económica. Casi la mitad de los encuestados admite que no conoce una sola receta de los partidos -sólo se pregunta por los legales- para resolverla. Los candidatos sólo obtienen un aprobado raspado entre sus propios votantes, a excepción de Yolanda Barcina. Opciones que antes ilusionaron como la coalición PSN-Nafarroa Bai-IUN ahora pasan a segundo plano. Y aumenta nada menos que doce puntos el porcentaje de quienes dicen no tener intención de votar en 2011.

Estos datos ofrecen el reflejo de un creciente hartazgo social con la parálisis política navarra, y mucho más después de que la exclusión de la izquierda abertzale haya alterado las mayorías y amortiguado -cuando no acallado directamente- ciertos debates incómodos. Frente a partidos que se limitan a moverse en círculo, cambiando siglas y pactos pero manteniendo sus filosofías políticas, se aprecia una Nafarroa que exige cambios profundos. Y, sobre todo, lógicamente, a quienes se sitúan a sí mismos en la oposición al statu quo.