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Mertxe AIZPURUA | Periodista

El mapa de Ares

 

Me gustan los mapas, a pesar -lo admito- de que soy bastante torpe al doblarlos y un tanto obtusa al orientarme. No sé si Ares es torpe o hábil en esto de la cartografía, pero el caso es que él quiere un mapa. Un mapa de la memoria -así lo ha definido- que recuerde a las víctimas de ETA. Lo del mapa es, imagino, en sentido figurado. Pero hasta en su sentido figurado yerra el consejero de Interior. Quiere representar el dolor y el sufrimiento de estas víctimas y trazar un recorrido mental que preserve su recuerdo. Un mapa incompleto es un mapa inservible, de la misma forma que fragmentar el sufrimiento para fragmentar la historia es un objetivo poco loable. El plano de Ares no marcará con una equis el Palacio de la Cumbre, ni el cuartel de Intxaurrondo, ni Endarlatsa, ni las calles de Lapurdi donde camparon a sus anchas los matones pagados con fondos reservados. No habrá puntos kilométricos de los controles de la muerte ni de los disparos al aire que mataron manifestantes. Los contornos de este mapa no llegarán a los fusilados en Cerdanyola o Burgos, ni al hotel Alcalá de Madrid, ni trazarán una línea sobre el Atlántico para llegar a quienes murieron en Venezuela. Es necesaria más prudencia a la hora de jugar con las emociones de los habitantes de nuestros mapas. Porque la memoria y desmemoria no es sólo aquello que alguien quiere hacernos recordar u olvidar sino aquello que una vez sentimos y que no podemos dejar de transmitir. El sufrimiento, por muy literaria que quede la figura, no puede representarse en un mapa. Abrir los cauces para no añadirle más coordenadas sí sería una tarea de grandeza moral y política. Si de recordar se trata, no olvide, señor Ares, que la amnesia sólo borra memoria, no sentimientos.

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