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Crónica | Pionero de la Radio euskaldun

«La radio de Arantza tenía más eficacia que nuestros púlpitos»

Esteban irigoyen, 85 años, no hablaba ante los micrófonos hace muchísimo tiempo. Euskalerria Irratia ha decidido homenajear a los pioneros de la radio euskaldun en Nafarroa y con ello rescata historias tan sorprendentes como la de su radio de Arantza, pagada por la Diputación franquista. «Amadeo Marco nos dijo: `¿Y es en euskara? Pues mejor'».

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Ramón SOLA

Hay que retroceder casi medio siglo para encontrar esta historia, tan sorprendente como desconocida. Corría 1962. Esteban Irigoyen era entonces un cura joven del valle de Baztan que había sido enviado a Arantza, en Bortziriak. Allí le pusieron como ayudante a Javier Arburua, de Etxalar, un euskaltzale convencido. Se encontró en un pueblo muy diseminado: «Había 125 baserris, nadie leía el periódico y todos eran euskaldunes. ¿Qué vamos a hacer aquí?», pensé. La solución estaba algo más al oeste, en Beruete, donde otro sacerdote, José Manuel Lasarte, tenía una emisora que ya no usaba.

Aquellos aparatos costaban 60.000 pesetas de la época. Casi nada. Los padres de Arburua se mostraban dispuestos a ayudar. Pero entre medio los dos curas acudieron a Iruñea, a tocar las puertas de Miguel Javier Urmeneta -alcalde- y Amadeo Marco -presidente de la Diputación-. «Yo tenía algo de amistad con él, porque había estado en Nabaskoize, su pueblo. Amadeo vino donde nosotros y dijo: `¿Qué pasa? ¿Qué es lo que queréis?'. Yo le explique que pretendíamos hacer una pequeña emisora de radio sólo en euskara. `Pues lo que tú pidas es como si lo pide mi madre. ¿Y en euskara? Pues mejor'. La semana siguiente nos llegaron las 60.000 pesetas».

Vietnam y el Concilio

Irigoyen, que será uno de quienes reciban el Premio Larreko de Euskalerria Irratia el día 25 en el Planetario, tiene frescos muchos detalles y lleva la mochila cargada de anécdotas. «La situación en esos pueblos era muy triste por aquel entonces. No había trabajo, los hombres estaban todo el día en el monte y las mujeres acudían a servir a Hendaia o Donibane-Lohizune. Casi todos los mayores de 10 años eran analfabetos». Con este caldo de cultivo, queda claro que la radio se convirtió en un fenómeno social pese a su modestia. «Aquello tenía mucha más eficacia que nuestros púlpitos», indicó ayer este pionero.

El rosario de las 20.00 era la pieza troncal de la programación, pero después llegaba el txistu-hotsa que daba paso a avisos de todo tipo. Información servicio, que se diría hoy: «Qué si al día siguiente venía el veterinario a ver los cerdos, que si había visita médica, que si se iban a vender tomates...» Se añadían noticias de todo el mundo: «Eran los tiempos de la guerra de Vietnam». Los fines de semana, y los miércoles en que se hacía el matatxerri que daba paso a copiosas cenas, se emitía música de baile. Todo ello con discos comprados en Hendaia, de donde se trajeron también los transitores que «se colgaban hasta en las palomeras».

Irigoyen recuerda con especial cariño las emisiones de la llegada de Olentzero a Arantza, entre antorchas: «Hasta el médico, que era de Santander, nos decía: `No hay algo así en el mundo entero, lástima que lo hagáis todo en vasco'».

Con el tiempo, por los micrófonos de la radio de Arantza pasarían Ez Dok Amairu, y también bertsolaris como Xalbador, Lasarte, Lazkaotxiki, Mitxelena... Irigoyen cree que les beneficiaron los aires de cierta apertura del Concilio Vaticano II, de modo que la experiencia se prolongó unos años. Pero cuando se le apunta que no todo sería tan positivo, el cura nacido en Berrueta reconoce que efectivamente se le denunció varias veces ante las autoridades religiosas: «Una vez me llamó el obispo, Delgado Gómez, que era de Almería. Me dijo que había recibido denuncias de que allí estábamos haciendo separatismo vasco. `No haga caso, eso son cuentos, lo que pasa es que allí el 100% habla vasco', le respondí. Y me dijo: `¿Pues sabe usted lo que he pensado? Que haga lo que mejor le convenga'».

«Esto es lo más grande»

La historia de la radio de Arantza acabó en 1968, y el final tiene mucha miga. En el primer intento de cierre acudieron dos hombres con insignias de Acción Católica que le dijeron que «todo lo que hay aquí es materia delictiva. Empezaron a recoger las cosas y yo agarré un hacha que tenía allí. `Pare hombre, ¿qué va a hacer?', me dijeron asustados. Yo les respondí que `esto es mío, y antes de que se lo lleven, lo rompo yo, rompo hasta el micrófono'. Se marcharon».

«Tiempo después vinieron otros diciendo que eran de Información y Turismo. Yo estaba escribiendo lo que iba a decir en antena, porque entonces no se improvisaba, y uno de ellos vio las notas y me dijo: `Pero, ¿esto es en euskara? ¡Es lo más grande que he visto en mi vida! Pues no lo vamos a cerrar».

A la tercera sí fue la vencida. La Policía selló la radio sin decir una sola palabra: «Como si fuera a sacarles el hacha otra vez», bromea Irigoyen.

 

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