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Alta velocidad para imponer el tren

Si algo ha justificado de momento el Tren de Alta Velocidad es su nombre, y lo ha hecho por el procedimiento con el que se está imponiendo. El caso de Nafarroa es especialmente reseñable en ese sentido, y no hace falta remontarse más allá del nuevo salto al vacío que se dio ayer al anunciarse la licitación de las obras en el año 2010 cuando ni siquiera existe convenio de financiación debido a la incapacidad de los gobiernos de Iruñea y Madrid para ponerse de acuerdo, a pesar de que este convenio ha sido admitido por todas las partes hasta el día de hoy como imprescindible para avanzar, dado que en él tienen que definirse los plazos de ejecución y el reparto de las cargas financieras.

Como muestra del papel especialmente denunciable de las administraciones vascas, mientras el Gobierno navarro accede gustosamente a anticipar el pago de las obras sin que exista un compromiso firmado del Gobierno español para reintegrar su parte, el alcalde de Gasteiz, Patxi Lazkoz, definía el acuerdo alcanzado ayer en Madrid para la llegada del TAV a la capital alavesa como un «hito histórico» y «un acontecimiento que llevábamos esperando 11 años». Solamente dentro de este frenesí encaja el anuncio, la pasada semana, de un nuevo corredor cantábrico-mediterráneo que aprovecharía el circuito del TAV por Hego Euskal Herria. Es decir, con las obras para la «Y vasca» recién empezadas y cuando ni siquiera han comenzado las del «corredor navarro», ya se empieza a vender una segunda fase que nadie había reclamado.

La actual situación de crisis económica evidencia aún más el despropósito de presentar como necesidad social un proyecto que, por cierto, no parece tener el respaldo ciudadano que le correspondería como tal. De momento, las únicas reacciones en la calle sobre el TAV van precisamente en sentido contrario: son movilizaciones como las realizadas ayer en Tolosa e Itsasondo, y reprimidas por la Ertzaintza.

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