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Ion Andoni del Amo sociólogo e ingeniero

Y sin embargo, se mueve

La célebre frase atribuida a Galileo Galilei al retractarse ante la Inquisición de su visión del mundo acorde con la teoría heliocéntrica, da título a este artículo que analiza los acontecimientos políticos de las últimas semanas y concluye que en unos momentos en los que se ve la oportunidad política para promover un cambio de ciclo en Euskal Herria, «abrir un proceso de cambio político y social dependerá, más que de los intentos de sabotaje y zancadillas externas, de las fuerzas de izquierda soberanista», por lo que es necesario «que todo se mueva».

Tal vez sea aquello del efecto no previsto de las acciones humanas. Pero lo cierto es que en las últimas semanas se han precipitado toda una serie de acontecimientos que han situado la coyuntura política de Euskal Herria en un momento muy interesante. Reflexiones, debates e iniciativas que venían desarrollándose de forma más o menos soterrada han aflorado plenamente a la superficie, en la izquierda abertzale, la izquierda soberanista en su conjunto y todo el espectro político. En coincidencia con fastos estatutarios, vuelven a aparecer elementos apuntan un cambio de ciclo en el que llevamos empantanados diez años. A ver si ésta es, al fin, la buena. Repasemos algunas de las claves que nos dejan estas semanas.

En primer lugar, la evidencia de las posiciones del Estado. Con el paso de los días han ido apareciendo informaciones que muestran hasta qué punto han llegado los intentos de manipulación de las detenciones de los líderes de la izquierda abertzale, ya adornadas desde el comienzo con inverosímiles versiones: los contactos previos de Rubalcaba con los partidos, la ocultación de documentos, los ceses de los redactores de informativos de la cada vez más amordazada ETB... Los menos malpensados han interpretado la actuación policial en términos de cierta ceguera embriagada de arrogancia y prepotencia, de forma que el PSOE sólo acepta movimientos de la izquierda abertzale en los parámetros definidos desde el Ministerio del Interior. Los más malpensados han querido ver una mano negra totalmente interesada en perpetuar la situación actual. En cualquier caso, el PSOE parece haberle cogido el gusto a la estrategia de renacionalización española aprovechando la lucha armada, diseñada en su momento por Mayor Oreja y que pone en marcha aplicadamente desde el gobierno de facto de Patxi López merced a la Ley de Partidos. En esos parámetros se sitúa el final de la lucha armada de tal forma que éste implique la «deslegitimación» no ya sólo de la misma, sino del también independentismo. Esto es, o rupturas en la izquierda abertzale o una progresiva «grapización» de ETA, o la perpetuación de la actual situación que le permita usurpar las instituciones a un plazo largo en el que tal posición pueda asentarse. Lo que incomoda sobremanera esta estrategia es la posibilidad de que sea la izquierda abertzale, en su conjunto, la que reconduzca una apuesta por las vías exclusivamente políticas, que permita aglutinar fuerzas soberanistas y retomar la iniciativa política. Se ha citado reiteradamente la información acerca de que la estrategia de Otegi incomodaba a Interior. Primera clave de reflexión.

La segunda reflexión tiene la manifestación de Donostia como referente. Probablemente una de las más importantes que han tenido lugar en esta ciudad en los últimos años. Pero su valor es aún más reseñable, puesto que se produce en un contexto marcado por una desmovilización general de la sociedad vasca desde el frustrado final del último proceso de paz, y que afectaba a todos los ámbitos. De hecho, detenciones igualmente arbitrarias se habían producido con anterioridad, incluidas la del propio Arnaldo, la operación de Segura o la de Karmelo Landa, calificada como tal recientemente por la ONU. Y no habían suscitado tales movilizaciones, lo que impulsa a pensar que en este caso había algo más. Así, además del hartazgo ante lo arbitrario de una nueva operación policial y el burdo intento de manipulación informativa, la movilización parece explicarse también como un apoyo a aquello, siquiera difuso pero esperanzador, que intentaban los detenidos -lo que molestaba a Interior-; una reacción ante la injerencia y el intento de frustrar la esperanza y las posibilidades de cambio. La manifestación constituye, así, un anticipo de la capacidad de aglutinar fuerzas, generar ilusión y movilización que podría suponer el cambio estratégico por el que los detenidos parecían trabajar.

En tercer lugar, se han situado en primer plano los movimientos y reflexiones en torno a la articulación futura del espacio político de izquierda soberanista. Un debate ya presente en los últimos meses de forma más o menos soterrada, con ciertas informaciones públicas y algunas iniciativas más discretas. La posibilidad de un salto estratégico en la izquierda abertzale hacia una apuesta por las vías exclusivamente políticas, que facilitaría la confluencia de fuerzas, y su propia apuesta por tal acumulación, han avivado el debate. De forma esquemática, tal debate oscilaría entre dos posiciones básicas, a saber, quienes apuestan decididamente por una articulación fuerte entre las fuerzas de izquierda soberanista y quienes hablan más bien de un acuerdo estratégico que incluya al conjunto de fuerzas abertzales. En realidad ambas posturas no son intrínsecamente incompatibles, salvo que se utilice una de ellas como argumento para negar o soslayar la otra.

Estamos, en esencia, ante un debate estratégico y una cuestión temporal. Así, la apuesta por aglutinar fuerzas a la izquierda del PNV no parte de una exclusión por principio de nadie sino de una constatación de la realidad actual: como señala el documento de ELA, el nacionalismo institucional ha decidido no confrontar con el Estado. Es más, incluso casi ha decidido no reivindicar, o reivindicar a pequeña: los fastos estatutarios nos dejan a un PNV que ha vuelto a la reivindicación de competencias en lugar del derecho a decidir. En estas circunstancias, una unidad estratégica entre el conjunto de fuerzas abertzales, con un PNV hegemónico y una dispersión de fuerzas a su izquierda, empantanaría cualquier iniciativa ante las reticencias del PNV. Lo ocurrido con la consulta fue un buen ejemplo; resulta asombroso que algunos de los que acabaron arrastrados a un final en forma de mero acto folclórico hablen de retomar este camino. No se puede obligar a nadie a ser lo que no es o no puede ser. Puede desearse que el PNV esté en posiciones soberanistas nítidas, pero en este momento no lo está y una genérica unidad de fuerzas abertzales no modificará esa situación, sino todo lo contrario. Sólo la articulación de un contrapeso potente político, social, y probablemente electoral, a su izquierda estimulará los movimientos en su seno, e incluso más allá. La manifestación de Donostia constituyó también un buen ejemplo de ello, ante la iniciativa de la mayoría sindical. La estrategia pasaría, por tanto, por la articulación política del espacio de izquierda soberanista en una primera fase, lo que permite, además, incorporar al programa el necesario cambio de modelo social y económico.

Se dan estructuras de oportunidad política para poder materializar un cambio de ciclo que hay que aprovechar, no se mantendrán indefinidamente. Abrir un proceso de cambio político y social dependerá, más que de los intentos de sabotaje y zancadillas externas, de las fuerzas de izquierda soberanista. Y esto obliga, a todos, a abandonar inercias y a arriesgar y cambiar. Que todo se mueva.

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