Raimundo Fitero
Nueva endocrinología
No solamente somos lo que comemos sino que se empiezan a detectar signos muy evidentes de que también somos lo que vemos en televisión. Se trata de una nueva idea de la endocrinología audiovisual, digital, en la que se ve que además de las obesidades crecientes se van desarrollando comportamientos extraños en los seres vivos de los bípedos con o sin plumas que aprendieron a hablar a base de escuchar las malísimas traducciones y doblajes fatales de los dibujos animados a las películas porno.
Si uno ve los noticiarios de Tele 5 de manera habitual tiene que acabar con un bate de béisbol en la mano buscando a una banda de fascistas a la que unirse para limpiar las calles de la violencia, los atracos, la inseguridad que machaconamente nos colocan como dieta hiper berlusconiana. En cambio, si se está abonado a los noticiarios de la primera estatal desarrollará una visión jesuítica de la vida, es decir, una de cal, dos de arena, tres de cal, una de arena, par acaba al final culminando todo el discurso con los jugadores de la roja como expresión máxima de la buena gestión del gobierno. Se está estudiando qué sucede con los pocos que todavía siguen enganchados a lo teleberris, pero se ven ya a algunos con la virgen del Pilar y la foto de la cabra de la legión colgando de su plasma, aunque a lo mejor son síntomas pasajeros.
Algunas series sirven para nivelar los excesos de colesterol, desengrasan, pero no son suficientes. Un ejemplo sería «El Mentalista» que parece que empieza a ser disfrutada por millones de televidentes, incluso algunas de producción propia, a excepción de la estrella «Cuéntame», que no se quita el olor a potaje de garbanzos con mucho tocino ideológico que intenta borrar la historia. Los especialistas reconocen que es necesario dietas muy controladas para que los ciudadanos no acaben metabolizando los rasgos paranoicos de políticos desquiciados como Ares o Camps, ambos instalados en el mismo discurso, o para lograr cambiar los hábitos alimentarios, es decir apartar de sus vidas a la Pantoja o Cachuli, estrellas por ausencia y por presencia de las últimas noches junto a Jesulín de Ubrique, la academia.