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Floren Aoiz www.elomendia.com

Una pica en Somalia

Sería bueno que dejaran de jugar con la vida de los tripulantes del «Alakrana» y ya, de paso, que reflexionaran sobre esas obsesiones que agravan los problemas y dificultan las soluciones

El episodio del «Alakrana» ha vuelto a demostrar que la clase política española lo ve todo deformado por sus viejas obsesiones. Por un lado, observamos los tics marcados por la nostalgia del imperio perdido. Así, han ido más allá que ningún otro estado europeo al capturar y llevar a su capital a dos «piratas». El estado que obró la maravilla de dejar impunes los crímenes de una dictadura absolviéndose a sí mismo no permite espacios de impunidad en ninguna parte del mundo. Sin duda quien reivindica el honor de haber realizado una transición de la ley a la ley desde un régimen surgido de un golpe de estado fascista está en las mejores condiciones para dar lecciones de derecho internacional al mundo.

Esta vez se trataba de poner una pica en Somalia. Pero la enésima fanfarronada ha puesto en peligro, ya veremos con qué resultados, la negociación para salvar las vidas de los tripulantes del «Alakrana». Más allá del debate sobre el expolio de los recursos naturales del planeta y los grandes intereses pesqueros, quienes están ahora mismo en una situación muy preocupante son trabajadores cuya situación se ha complicado sensiblemente por esta nueva torpeza española. La arrogancia ha colocado al propio Gobierno de Madrid en una gravísima situación que puede deteriorar seriamente su imagen. Y si su reacción ante el problema ha sido nefasta, salta a la vista que son incapaces de asumir su responsabilidad y rectificar con decisión y sin retrasos destinados a salvar su imagen.

Este imperialismo de tasca, de arriesgada toma de Perejil y «misiones humanitarias» como botijeros de los ejércitos de los que mandan en el mundo pasa por encima de trabajadores y pone en riesgo la seguridad de la ciudadanía. No soluciona conflictos, sino que los agrava, creando grandes peligros.

Pero no se trata sólo del ansia de clavar la pica. Otra gran obsesión ha marcado también el comportamiento de los diferentes estamentos del Estado español ante esta crisis. Se han visto enzarzados en sus propias fijaciones, como ya le ocurrió a Aznar tras el 11-M. El estado no negocia con criminales, no se paga precio político ni de ningún otro tipo. La ley no cede, sólo persigue y castiga. No se pacta con malhechores, no se pagan rescates, no se solucionan secuestros mediante la búsqueda de acuerdos. Ésta es la doctrina oficial, elaborada y recreada una y otra vez con la vista puesta en eso que llaman «terrorismo vasco», pero aplicada a todo tipo de «delincuentes» que, como se sabe, son/somos, para el nacionalismo español, todos los que no compartimos su ideología.

La combinación de estas dos obsesiones ha creado una situación de máxima alerta. Ni tienen voluntad de afrontar el problema de fondo ni les interesa qué ocurre en Somalia. Su respuesta es mandar gente armada, detener, usar la fuerza. Primero golpear, luego, si no queda otro remedio, pensar, razonar. ¿Quién sabe? ¡Puede que hasta lleguen a racionalizar!

Sería bueno que dejaran de jugar con la vida de los tripulantes del «Alakrana» y ya, de paso, que reflexionaran sobre esas obsesiones que agravan los problemas y dificultan las soluciones. En Somalia y en Euskal Herria.

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