Katti OIARBIDE
Puerto III...
Puerto de Santa María (Cádiz), 14 de noviembre de 2009. Nos acercamos a visitar a un familiar encarcelado en Puerto III. Al pasar por el detector de entrada, comprobamos que esta vez «pitan» hasta las sandalias atadas con velcro. Toca descalzarse. Llegamos a la sala designada para las visitas vis a vis, y cuatro funcionarios (tres hombres y una mujer) cubren la puerta de la entrada, tienen orden de revisarnos. Acabamos de ser revisados en la puerta. Lo que pretenden no es legal. Lo saben, pero tienen órdenes: Madrid ordena, Madrid manda, ellos están obligados a cumplir. Me obligan a pasar con la funcionaria a la sala contigua. Me remango la camisa, no tengo nada que ocultar, pero no se interesa. Me pasa la raqueta, detector de mano, a través del cuerpo. Insisto en que al entrar me han obligado incluso a quitarme las botas. No contesta. También lo sabe. Me manda bajarme las mangas de camisa para a continuación palparme con la mano el brazo y el antebrazo. Da por concluida su «revisión». Ha cumplido con su obligación. Y a mí no me queda ninguna duda de que sólo pretendía humillarme.
Y yo me pregunto: ¿Qué enfermedad obsesivo-fóbica padece ese señor de Madrid que se regocija obligando a sus subordinados a violar a los presos euskaldunes haciéndoles desnudarse antes y después de las visitas, y a manosear a sus familiares? Lo dejo para la Psiquiatría moderna, pues esa enfermedad es nueva, no conocida ni en la época de Franco. Surge en el siglo XXI, en «plena democracia», dentro de su «Estado de Derecho». Muxuak kartzelatu guztiei, ez baitugu etsiko.