Cerca de 600.000 personas rindieron ayer un último homenaje al patriarca de la Iglesia Ortodoxa serbia Pavle, fallecido el domingo a los 95 años en la Academia Militar Médica, donde estaba hospitalizado desde noviembre de 2007. El ataúd abierto permaneció expuesto hasta ayer en la catedral de Belgrado. Tras un oficio religioso, la comitiva fúnebre recorrió en silencio, sólo roto por el repicar de campanas, las calles del centro de la capital hasta la basílica de San Sava, la mayor del país. En la plaza fue oficiada una solemne misa a la que asistieron los máximos cargos políticos de Serbia, como el presidente, Boris Tadic. También acudieron el presidente de Montenegro, Filip Vujanovic, y el primer ministro de la República Srpska, Milorad Dodik. «Estoy convencido de que el patriarca Pavle seguirá existiendo gracias a su obra y palabras, invitando a ser humanos y a no responder al mal de otro con el mal propio», manifestó Tadic en la ceremonia.

El patriarca Bartolomeo lo calificó de «ángel que ascendió al cielo», de teólogo de amplios conocimientos que aportó mucho a la solución de importantes asuntos eclesiásticos y de hombre de paz. No obstante, sus críticos aseguran que no condenó con contundencia a ciertos sectores de la iglesia que bendijeron a miembros de unidades paramilitares que participaron en la persecución étnica y que cometieron crímenes de guerra.

Pavle, que dirigió la Iglesia Ortodoxa serbia desde diciembre de 1990, fue enterrado en el cementerio del monasterio de Rakovica, según su propio deseo.