El eterno debate
«Los condenados»
Isaki Lacuesta se llevó en el Donostia Zinemaldia el premio Fipresci de la crítica internacional con su primer largometraje de ficción dramatizada, no tan innovador como sus dos documentales creativos.
Mikel INSAUSTI |
La crítica internacional, al menos en Donostia, decidió seguir dando un voto de confianza a Isaki Lacuesta, a pesar de que su paso a la ficción dramatizada con «Los condenados» no ha estado a la altura de las expectativas planteadas por sus anteriores «Cravan vs. Cravan» y «La leyenda del tiempo», que se acercaban más al documental creativo. Sorprende, para mal, con una película excesivamente discursiva, en la que reabre el debate sobre el activismo político en relación con el tema de la memoria histórica. El problema es que lo hace de una manera demasiado abstracta, empezando por la ambientación, que transcurre en un país sudamericano que ha pasado por una dictadura, pero sin referencias muy exactas. No plantea absolutamente nada nuevo, o que no fuera ya tratado por el cine de los 60 y los 70. El dilema del héroe o traidor ya fue mucho mejor tratado por Bertolucci en «La estrategia de la araña», con lo que el desarrollo de «Los condenados» se vuelve muy predecible para quienes conozcan bien la película del maestro italiano.
En definitiva, se trata de una prolongación de la tradicional discusión ideológica en el seno de la izquierda revolucionaria, con las divisiones que enfrentan personalmente a camaradas a través de los años. Son cuestiones pendientes que se reavivan con el hallazgo de fosas comunes conteniendo los cadáveres de desaparecidos o antiguos combatientes, que se agravan por las frustraciones acumuladas debido a que los viejos ideales y objetivos revolucionarios fueron cayendo en saco roto. Queda la duda de si los que cayeron tuvieron un destino más coherente o acorde con su idea de la simbiosis entre pensamiento y acción. Aquí lo segundo brilla por su ausencia.