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Txisko Fernández Periodista

Descerebrados y deslegitimados

La ofensiva del Estado español contra el independentismo vasco está siendo tan furibunda en los últimos meses que sus próceres ni siquiera consideran necesario argumentar razonablemente las barbaridades que están llevando a cabo. Por ello, esta semana, en apenas unas horas, se ha escuchado al ministro de Interior alabar la «decapitación» de una organización política juvenil; al nuevo obispo de Donostia anunciar que se dedicará a «despolitizar» a la sociedad vasca; al Parlamento-vasco-el-Rodillo-español justificar la dispersión de los presos políticos vascos afirmando que es «respetuosa con los derechos humanos», y al lehendakari insistir en que su Ejecutivo pretende «deslegitimar» las posiciones de la izquierda abertzale.

Las palabras de Patxi López y de José Ignacio Munilla tienen el mismo valor que el cero en una suma, pero tanto el acuerdo parlamentario suscrito por PSE-PP-UPyD en apoyo de la política penitenciaria como las operaciones dirigidas por Alfredo Pérez Rubalcaba calan, y mucho, en la sociedad vasca. Ciertamente, el mensaje que trasladan las razias policiales y las vejaciones carceleras están deslegitimando, día tras día, las actuaciones de un determinado sector político en Euskal Herria. Y hasta el gris entorno del líder del PSE entenderá que son sus posiciones las que están perdiendo adhesiones desde que decidiera entrar en Ajuria Enea a hombros del más rancio españolismo para servir de ariete institucional a ese pacto de Estado suscrito en base a la famosa sentencia del dictador Primo de Rivera: «Prefiero una España roja antes que una España rota».

Con tanto descerebrado político dirigiendo los últimos ataques policiales-judiciales en Euskal Herria, la legitimidad de quienes abogan por sumar fuerzas en el campo del independentismo muestra una clara tendencia al alza. No obstante, el españolismo sigue asestando golpes dolorosos a la ciudadanía vasca, sin que hasta ahora se haya podido consolidar el muro social y político que garantizará un escenario democrático en este país. ¿Legitimidad para hacerlo? Hay de sobra.

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