Reprimenda, más que condena, para Cearsolo por robar 500.000 euros al Guggenheim
No lo descubrió Pablo Neruda, que es una verdad tan antigua como la humanidad, pero sí lo supo expresar con la poética social y certera que derrochaba: «El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan». La Audiencia Provincial de Bizkaia condenó ayer al ex director financiero del Museo Guggenheim, Roberto Cearsolo, a 42 meses de prisión y al pago de una multa de 1.674 euros por haberse apropiado demás de medio millón de euros en diez años.
¿Cómo se explica tamaña magnanimidad por parte de los magistrados? Estiman sus señorías como eximente el hecho de que Cearsolo haya devuelto hasta el último céntimo del dineral que sustrajo de las arcas públicas. Valoran y premian su aparente arrepentimiento, acto de contrición y espíritu de enmienda, y sólo les ha faltado añadir a la irrisoria condena un padrenuestro y dos avemarías. No cabe duda alguna de que si el enjuiciado hubiese sido un muerto de hambre y el botín una gallina, la pena habría sido más severa y contundente porque, a buen seguro, al menesteroso le habría sido imposible devolver ni un solo muslo, por razones evidentes. Parece parodia, mas no lo es.