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Hablan familiares de los jóvenes detenidos en la última redada

Solidaridad ante el muro de la incomunicación

Desde que el pasado martes, 34 jóvenes fueran arrestados por las FSE por su participación en el movimiento juvenil independentista, varios familiares relatan el infierno vivido en los últimos días, donde el sufrimiento ha hecho de las horas momentos interminables. Aunque destacan un aspecto positivo: la enorme solidaridad recibida.

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Oihane LARRETXEA

Impotencia, rabia y dolor son los sentimientos comunes vividos por los familiares de los treinta y cuatro jóvenes arrestados la pasada semana. Sobre todas las sensaciones destacan la impotencia, porque dicen que en el Estado español «incomunicación» es sinónimo de tortura y malos tratos. «La incertidumbre en la que te sumerges esos días hace que te sientas débil e impotente», asegura Miguel Eskiroz, padre del donostiarra Mikel Eskiroz. Describe los primeros momentos «como una alucinación», ya que hasta que la mente asimila realmente lo que está sucediendo pasa un rato: «A nuestro hijo lo detuvieron en Iruñea, allí comparte piso con otros tres jóvenes. Alrededor de las cinco de la mañana nos llamó uno de sus amigos contándonos lo que había pasado. Nos sentimos como en una nube hasta que reaccionamos», relata el padre. Explica que tras recibir la llamada sospecharon que la Policía podría personarse en el domicilio familiar, y así fue: «Más o menos mi mujer y yo estábamos esperándoles, y cuando vimos que un montón de coches paraban frente a nuestro portal nuestras sospechas se confirmaron». «Cuando Mikel entró en casa -prosigue- le vimos fuerte, aunque estaba nervioso. A pesar de que el trato fue más o menos correcto durante el registro, no me dejaron comunicarme con él en ningún momento. A nada que pronunciábamos una mínima palabra nos gritaban diciendo que nos calláramos».

En el caso de Aitziber Arrieta, vecina de la Parte Vieja donostiarra, la joven estuvo sola durante las horas que duró el registro. Su madre, Belén, aún con el susto en el cuerpo, relata aquellos momentos llenos de angustia: «Mi marido Iñaki y yo estábamos tomando algo en la calle cuando un conocido nos alertó de lo que estaba pasando en nuestra casa. Acudimos corriendo al domicilio familiar para estar con Aitziber y presenciar el registro, pero nos denegaron el acceso». Belén cuenta que les pusieron la casa «patas arriba», aunque «eso sea lo de menos», e incluso les movieron hasta las macetas del balcón buscando cualquier cosa.

Para la familia de Maialen Eldua el registro resultó al inicio muy violento: «La Policía Nacional llegó a casa alrededor de las 2.00 de la madrugada y al abrir la puerta nos encañonaron con una pistola», cuenta Izaskun Azkarate, madre de Maialen. «Nos alumbraron con una linterna y nos ordenaron que nos metiéramos en una habitación mientras un policía nos vigilaba y el resto registraba. Así, no nos dejaron estar con Maialen, aunque de vez en cuando nos decía «ama, ondo nago» para tranquilizarnos», concluye.

«Nos trataron como a perros»

Iñaki Elkano, padre de la joven detenida Amaia Elkano, asegura que la violencia y la fuerza son las armas que emplea la Policía en estos casos para asustar y presionar: «Mi mujer y mi hija pequeña sufrieron durante el registro un ataque de ansiedad. Además, lo primero que hizo la Policía fue cerrar todas las ventanas incrementando la sensación de ahogo», describe. Tras los registros llevados a cabo en distintos puntos de toda Euskal Herria todos los detenidos fueron trasladados a Madrid, dando comienzo a la incomunicación.

Junto con el traslado de los jóvenes a la capital española, la mayoría de los familiares y amigos optaron por coger el coche y acercarse ellos también a la Audiencia Nacional. Durante los días que duró la incomunicación a los allegados no les informaron absolutamente de nada, intensificando aún más la incertidumbre. «Nos trataron como a perros; a parte de estar en la calle esperando durante largas, interminables horas, no nos dejaban estar frente a la Audiencia Nacional, allí tampoco se nos permitía quedarnos», cuenta Itziar Urra, hermana de Garbiñe Urra. «Nos ordenaron que nos alejáramos, obligándonos a desplazarnos hasta la Plaza de Colón. Incluso el jueves -prosigue-, al ver que éramos casi una centenar de personas, salieron varios policías a dispersarnos e incluso identificaron a una joven».

Durante aquellos días en los que los familiares no pudieron hacer otra cosa más que esperar, todos coinciden en la fuerte red de solidaridad, apoyo y comprensión tejida entre todos los familiares y allegados: «Era una situación común, todos los que allí nos encontrábamos estábamos pasando por lo mismo, y ese sentimiento general hizo que se crearan pequeñas redes de unión, formando una sola, fuerte y sólida», describe Iñaki Egaña, padre de Ehiar Egaña. Y añade que esas «pequeñas redes» se unen con la de fuera, es decir, con el apoyo y cariño que llegan desde el exterior. «Esa es mi lectura general», concluye.

Con una visión más fría de la situación, todas las madres y padres daban las gracias a la gente conocida, a la anónima, a todas aquellas personas que se han volcado sin pensárselo dos veces: «Iñaki y yo estamos alucinados con la gente de la Parte Vieja donostiarra; nunca hubiésemos pensado en la reacción que han tenido los vecinos, los jefes, incluso gente que conocemos sólo de vista, que viene y te da un abrazo para Aitziber. No tenemos palabras para agradecer el calor de todos ellos», narra Belén. «Además, -agrega- nosotros no bajamos a Madrid mientras duraba la incomunicación, ya que nos aconsejaron que aquí nos sentiríamos más arropados, y así ha sido». Iñaki Egaña resalta, por otro lado, que «hay gente buena en todos lados»: «Es verdad que vamos a Madrid sacando los dientes, pero en esta ocasión una familia que no conocíamos de nada nos acogió en su casa junto con la madre de Oier Ibarguren y nos ayudaron en todo lo que pudieron y es justo agradecerles el gesto que tuvieron con nosotros».

Los familiares también han subrayado la ayuda recibida por los abogados, que al mismo tiempo han hecho de psicólogos, según Miguel Eskiroz. Añaden que los letrados se han involucrado «en todos los sentidos», teniendo el teléfono disponible a cualquier hora, atendiendo las llamadas sin ninguna pega y ofreciendo un trato «muy humano».

El orgullo de cada casa

«Lo dijimos en la rueda de prensa ofrecida en Usurbil y lo volvemos a decir ahora: estamos muy orgullosos de nuestros hijos e hijas», insiste Izaskun Azkarate. «Son jóvenes trabajadores, luchadores, con sus ideas, sus inquietudes, no son ladrones, sino jóvenes con deseo de cambiar las cosas», añade.

Cada vez son más los jóvenes que resultan detenidos con estudios, trabajos y cursan carreras universitarias «y eso es algo que escuece», opina Iñaki Elkano. «Amaia está en 4º de carrera, hizo un examen el lunes pasado y lo aprobó, le gusta lo que hace, quiere formarse, estudiar y aprender, como el resto de los jóvenes». Itziar Urra relata una situación muy similar, ya que Garbiñe había empezado ahora los estudios de Educación Infantil y no sabe qué será de su carrera ahora. El joven Xumai Matxain, quien hoy cumple 21 años, ha trasladado la misma preocupación a su aita, Josetxo: «¿Qué pasará con mis estudios de electricista?». «Es lo que me preguntó mi hijo, asi que ahora me informaré por el procedimiento a seguir para que pueda continuar estudiando». «Mira, yo lo digo alto y claro, estos días hemos vivido muchas cosas muy intensas y sólo he llegado a una conclusión: ahora más que nunca estoy más convencido de mis propias ideas y de las de mi hija. No van a conseguir pararnos y mucho menos cortar las alas a unos jóvenes que quieren volar», cuenta Elkano.

El pasado fin de semana y tras varios días sin saber nada de ellos, los familiares pudieron reencontrase con sus hijos e hijas en las visitas que se les concedieron en la cárcel. La mayoría quieren olvidar lo vivido durante los días de la incomunicación y prefieren, por ahora, no contar lo sufrido. «Nos dijo no estar preparada y que más adelante ya nos contará el infierno que ha vivido: en sólo cuatro días ha perdido seis kilos», relata Egaña y añade que con el paso de los días los sentimientos se van encauzando: «La vida tiene altibajos, pero miraremos siempre hacia adelante».

Reuniones con el Defensor del Pueblo y Ararteko

«Si los demás son víctimas, nosotros también lo somos», han remarcado las madres y los padres, allegados y amigos de los detenidos. Para reclamar «los derechos que les pertenecen» e intentar a acabar con la práctica de la incomunicación, familiares de los detenidos en Nafarroa acudieron la semana pasada al Defensor del Pueblo: «Nos dijeron que no podían recibirnos en aquel momento, ya que las citas se piden con antelación», cuenta Itziar Urra. «Le entregamos a la secretaria un dossier donde le trasladamos nuestras preocupaciones -añade- junto con el informe publicado a raíz de las detenciones que tuvieron lugar hace ahora un año en Iruñerria y donde los detenidos denunciaron haber sufrido malos tratos y torturas». Asimismo, le hicieron entrega de los recién publicados dossieres tanto de la ONU como de Amnistía Internacional quienes hace poco se ha pronunciado al respecto de las torturas que se llevan a cabo en el Estado español. «Les insistimos en la manera de actuar que tienen tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional». «Nos tomaron los datos, por lo que esperamos que nos reciban en su despacho antes que tarde», concluye Urra. Por otro lado, Torturaren Aurkako Taldea (TAT) tiene previsto reunirse hoy con el Ararteko donde pondrán sobre la mesa las últimas denuncias de los detenidos. O.L.

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