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Ainara Lertxundi Periodista

Religiosidades hipócritas

La religión, sea cual sea, se puede entender y practicar de muy diversas maneras, con las que uno puede o no estar de acuerdo desde la base del respeto y entendimiento mutuo. Pero cuando el punto de partida es la imposición y la creencia de que uno está en posesión de la «verdad absoluta», mal andamos. No son pocos los abusos cometidos en nombre de esa divinidad mal entendida. A las pruebas me remito.

Al Estado irlandés no le ha quedado más remedio que pedir perdón por décadas de abusos, consentidos y amparados por la jerarquía eclesiástica y del propio Estado. Como si el arrepentimiento lo curara todo. El escándalo no es nuevo, pero en esta ocasión la cúpula se ha visto implicada e interpelada directamente. El ministro de Justicia ha prometido una investigación y llevar a los responsables al banquillo de los acusados.

En Australia, el Gobierno también ha pedido perdón por los «niños olvidados». Aquellos que, siendo de familias humildes y de pocos recursos, Londres no quería y que bajo engaños envió a Australia, Sudáfrica y Canadá. Sus padres pensaron que les esperaba un futuro mejor, cuando en realidad les aguardaba un calvario. Teresa Whitfiel todavía tiene en su piel las marcas dejadas en uno de esos centros regentados por monjas, mientras que otro compañero hacía lo posible para borrar el azul de sus ojos y así parecer menos atractivo. Y qué decir de los miles de menores que acabaron en manos de instituciones «benéficas» católicas franquistas. Su suerte no fue muy diferente.

Lo triste es que para parte de esa Iglesia y de sus feligreses más extremistas e impositivos, lo realmente importante es cumplir bien con las formas, es decir, rezar tres avemarías al día, ir religiosamente a misa los domingos, comulgar, confesarse y rezar novenas una o dos veces por semana. El arrepentimiento es un invento hipócrita. A ellos les quisiera oír decir algo de lo vivido por esos niños y niñas y sobre la conducta de quienes se aprovecharon de su superioridad bajo el manto protector de una fe que no les pertenecía.

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