Durante cinco días, un año más -y son ya 44- Durango ha sido el destino de un peregrinaje cultural que no decrece y sigue siendo punto de encuentro de creadores y amantes de la música y la literatura, de editoriales, lectores y oyentes. Un encuentro en muchos casos de quienes se juntan una vez al año, precisamente en Landako o en sus alrededores. Esta vez han sido protagonistas la cultura catalana o los libros electrónicos, sin olvidar Ahotsenea, ese espacio que busca el contacto de los creadores con el público y que ha demostrado ser, además de una iniciativa original, un intento de recuperar la verdadera dimensión de la literatura y la música frente a la concepción mercantilista de las mismas. Precisamente por ello ese espacio ha sido el menos afectado por la crisis económica, si bien ésta no se ha cebado con la Feria, a tenor de los datos sugeridos por los organizadores y en contra de lo que se podía esperar. Pero el gran protagonista, una vez más, ha sido el público. Ayer terminó otra edición exitosa, con sus pros y sus contras, con sus polémicas, pero que un año más se ha confirmado como uno de los fenómenos culturales más importantes de este país.