Sebastien Gonzalez se convirtió ayer en el primer lapurtarra en calarse una txapela individual tras imponerse a Juan Martínez de Irujo en una vibrante y apasionante final en la que volvió a tener un pie fuera, pero en la que, gracias a ese espíritu de supervivencia que ha ido generando en los últimos meses, consiguió no sólo resistir, sino doblegar a un Martínez de Irujo que acabó cediendo ante la mayor entereza del lapurtarra.

Hace apenas un mes, tras su derrota ante Titín en la penúltima jornada de la liguilla de semifinales, el de Azkaine estuvo al borde del k.o. y, refugiado en su búnker secreto tras cumplir su parte y ganar a Julen Retegi, sólo le quedaba creer en la voracidad de Martínez de Irujo. La nobleza y la profesionalidad del de Ibero obraron el milagro y el lapurtarra se presentó en la final de ayer convencido de que éste iba a ser su año.

Esa misma fuerza de la naturaleza que llevó al vigente campeón manomanista y del parejas a destrozar a Titín en el Astelena estuvo cerca de llevárselo también por delante en un comienzo de partido arrollador por parte del delantero navarro que, cuando está acertado, nadie es capaz de parar.

Como la tormenta cuando rompe, Martínez de Irujo tuvo un comienzo de partido explosivo. Golpeando con saques bajos muy bien dirigidos a la pared izquierda, el favorito de la cátedra consiguió abrir brecha en un suspiro. Gonzalez, preocupado por si el de Ibero le podía sorprender con algún saque al ancho, no conseguía responder correctamente a los misiles del de Ibero que, si no era de manera directa, conseguía terminar con su poderoso aire.

Con el de Ibero desatado, no queda otra que esperar a que amaine y la mayor virtud del de Azkaine fue la de saber refugiarse. Como hizo en aquel txoko en el que se aisló con sus amigos mientras Irujo y Titín se jugaban sus opciones, cuando nadie creía en él, el de Azkaine supo mantenerse sereno y con plena confianza en sus posibilidades.

Gran reacción

El primer tanto en juego del lapurtarra, un gancho al ancho que ponía el 10-3 en el marcador supuso el comienzo del cambio en la final. Aunque los daños que había dejado el huracán Irujo habían sido considerables, Gonzalez había sobrevivido, seguía dispuesto a oponer resistencia y la forma en la que celebró su primera acción brillante así lo demostraba.

A pesar de que nunca es sencillo salir adelante en una situación tan complicada, poco a poco, a medida que los tantos comenzaron a caer del bando azul, Gonzalez comenzó a ver síntomas de su posible recuperación y creyó en ella. Sin su efervescencia inicial, Juan Martínez de Irujo perdió efectividad en batallas con los jueces que en nada le beneficiaron, pero que resultan inevitables en fenómenos de tanta fuerza.

Lejos de precipitarse, Gonzalez acertó a dar un paso atrás, otear el panorama, comenzar a abrir huecos y mandar en el partido. Había estado contra las cuerdas, pero superado el epicentro del huracán, Gonzalez se supo más fuerte y aprovechó su mayor potencial físico.

Martínez de Irujo había perdido gran parte de la violencia de sus golpes en la embestida inicial. Con el paso de los tantos sus latigazos carecían de la chispa con la que salían al principio, lo que le dejó sin argumentos ofensivos.

Gonzalez, por contra, encontró en el dos paredes la forma con la que culminar su remontada y se caló su primera y la primera gran txapela para la pelota de Ipar Euskal Herria.