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Patxi ERDOZAIN y Iosu PÉREZ SALVATIERRA (*) I Miembros de Sasoia, asociación de jubilados y pensionistas

La sinrazón del progreso

Sobre todo nos duele la Tierra, cada vez más llena de cemento, hierros y raíles, con talas masivas de árboles y vertederos de basuras, con nuestros pueblos más separados por los muros del progreso

Pensábamos que, como ley de vida, nuestra vida pasaba, pero que la tierra quedaba y nuestro objetivo era dejarles a nuestras hijas e hijos esa herencia, aunque no del todo bien guardada, pues aprendimos tarde lo de la Ecología. Nos hemos alegrado de avances enormes que nos han ayudado a vivir mejor, o que por lo menos nos ayudaban en los quehaceres del día a día. Es larga la lista: la traída de aguas y la luz a casa, la lavadora, el teléfono, la radio, la calefacción, el tractor... Muchas veces comentamos «si nuestros abuelos volvieran...»; sin embargo, a pesar de todos estos avances, se mantenía un mínimo de respeto hacia la naturaleza y el medio ambiente.

Ahora ha habido un cambio total. No son las necesidades las que empujan a avanzar en el progreso; hoy el motor del progreso es el hambre de dinero. Hoy es el progreso quien crea necesidades. Son los pingües negocios quienes deciden nuestras necesidades y marcan el uso de nuestra tierra. Es la moda de los transgénicos para producir, es el tiempo de las cementeras que aplanan los montes y tapan la tierra, es la moda de las inmobiliarias que hacen casas nuevas por el negocio que ello supone. Pero el número de casas vacías aumenta, el campo y la ganadería desaparecen, hay crisis para la educación, para el euskera, para el empleo, y nuestras hijas e hijos sobreviven con nuestro apoyo económico. Qué sería de ellas y ellos sin contar con el imprescindible colchón que hoy en día suponen los aitas y amas para la mayoría de jóvenes que no tienen garantizado a día de hoy un futuro digno en materia de empleo, vivienda, ingresos dignos, etc.

Dentro de este desbarajuste, nos vienen ahora con la guinda del Tren de Alta Velocidad.

Nos duele el dinero que nos van a robar para hacer esa macroobra. Si hablamos de dinero, nos perdemos; la mayoría de nuestras pensiones mensuales se mantienen en tres cifras y nos perdemos cuando ponen cifras de tantos ceros. Cuando la gente se acostumbra a moverse en bailes de cifras de semejante envergadura creemos que se va perdiendo contacto con la realidad diaria y cotidiana, y poco a poco se va creando un mundo de privilegiados. La miseria se va haciendo pública en las calles, y el amigo Sanz (¡cuándo se jubilará! ) mientras tanto adelantando el dinero de las y los contribuyentes. «Pa chulo, yo», como diría aquél. Y lo mejor de todo es que ni siquiera quiere decir a cuánto asciende esa cantidad económica.

Nos duele la mentira que rodea esa obra. Cambian de razones según intereses particulares. Tren de mercancías y luego de no mercancías; el tiempo que se gana por su velocidad apenas será de 20 minutos respecto al actual tren convencional; nos hablan de una mayor cercanía entre ciudades «grandes» y, con el abandono de los pueblos, nos hablan de un tren social, pero sólo para pudientes; nos dicen que será medioambientalmente sostenible, a costa de destruir valles, pueblos, montañas y de dividir territorios mediante el efecto barrera que provocará. Nos dicen tantas y tantas cosas que, la verdad, hace ya mucho tiempo que apenas les creemos ni la mitad de sus palabras, palabras que luego no rectificarán públicamente.

Nos duele la postura de los políticos parlamentarios. Nos preguntamos si realmente se creen las bondades de ese tren. Nos preguntamos si cuando están pensando en la infraestructura del tren de alta velocidad, de verdad tienen en cuenta lo mal que muchos de nosotras y nosotros lo pasamos para poder llegar dignamente a fin de mes, si son conscientes de la falta de ingresos de muchas familias y si realmente saben de los dramas de aquellas personas que nadan en la precariedad y en la exclusión social. La verdad, no entendemos entonces cómo se puede justificar el gasto de cerca de 4.000 millones de euros en una obra que no tiene el carácter de necesaria, si no es desde el prisma de sus negocios.

Pero sobre todo, nos duele la Tierra, cada vez más llena de cemento, hierros y raíles, con talas masivas de árboles y vertederos de basuras, con nuestros pueblos más separados por los muros del progreso.

Nosotros nos vamos, pero no está claro que permanezca una tierra duradera y sobre todo en la que convivan solidariamente las personas.

Por favor, si no tenéis razones, parad esa obra.

(*) Además de Patxi Erdozain y Iosu Pérez Salvatierra, firman este artículo los también miembros de Sasoia Sebastián Rosino y Xabier Subiza

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