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Gloria LATASA | gloriameteo@hotmail.com

Bosques de hielo

Un angosto sendero lleno de capirotes de hielo inclinados hacia el sol dejó totalmente asombrado a Darwin en el año 1835 cuando, cansado ya de navegar, decidió ir por tierra de Santiago de Chile a la ciudad argentina de Mendoza. Estas curiosas esculturas heladas, de aspecto tan similar al de los capuchones de los Nazarenos, se conocen por el nombre de penitentes. En un primer momento, por la curiosa alineación este-oeste que tienen, su origen se atribuyó al viento que habitualmente sopla en la misma dirección por aquellas regiones.

Sin embargo, en su formación no interviene el viento sino la conjunción de una serie de factores (también climáticos y meteorológicos) como la presencia de nevadas invernales importantes, una larga estación seca, un tiempo despejado y soleado, una ausencia de precipitaciones y la pendiente que proporcione el terreno. Son unas condiciones típicas de la alta montaña subtropical y que nos podemos encontrar en lugares tan dispares como en el Himalaya, en los Andes, en el Kilimanjaro o en el mismísimo Teide.

Estos bosques de hielo son el resultado de una forma de ablación (pérdida de masa glaciar) desigual de la nieve que puede dar lugar a una especie de láminas paralelas de apenas unos centímetros (micropenitentes) o de varios metros. En cualquier caso el punto de partida son las irregularidades de la nieve que se funde superficialmente gracias a la insolación. La radiación, el aire seco y los fuertes contrastes térmicos los van profundizando, haciéndoles crecer hacia abajo y alargándolas según la pendiente. Se agrandan con los días secos pero son incompatibles con las lluvias importantes de primavera y verano.

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