Cada vez son más los cineastas formados en los EE.UU. que para estrenarse en la dirección regresan a sus países de origen, que es lo que hizo Nimród Antal cuando volvió a Hungria para realizar sus primeros cortos y el primer largometraje. En «Kontroll», aprovechaba un escenario tan impresionante como el metro de Budapest, excavado a gran profundidad y donde situaba una extraña historia surrealista de tensas relaciones entre los pasajeros y el personal de ese medio de transporte. Ya de nuevo en California dirigió el thriller terrorífico «Habitación sin salida», que era un cruce entre el clásico de Hitchcock «Psicosis» y el tema de las snuff movies, tratado por Amenábar en «Tesis». La película sirvió para comprobar que Antal es un portentoso creador visual, pero que, al igual que otros de su especie, depende de la calidad de los guiones que le ofrezcan en Hollywood.

Actualmente se enfrenta al rodaje de su primera gran producción, tras demostrar con «Blindado» que sabe hacer que un presupuesto pequeño luzca como uno grande. En «Predators» se las va a ver con la dinámica de los efectos especiales y el tener que trabajar a los órdenes de Robert Rodríguez como productor, aunque el mayor obstáculo a vencer será luchar contra el buen recuerdo dejado por el «Predator» original de John McTiernan.

Desde que Tarantino revalorizase a principios de los 90 los gustos cinéfilos y la pasión por las películas de serie B con «Reservoir Dogs», la mayoría de jóvenes cineastas que se han acercado a los encargos de género, y sobre todo a los argumentos sobre atracos fallidos, lo han hecho buscando la autenticidad estilística y narrativa. Antal se suma a la lista de forma notable gracias a «Blindado», película para la que ha diseñado un reparto de tipos duros a la vieja usanza. Matt Dillon, Laurence Fishburne, Jean Reno, Skeet Ulrich, Milo Ventimiglia y Amaury Nolasco componen un sexteto de supervivientes que acabarán enfrentados entre sí. La banda de ocasionales atracadores se completa con Columbus Short, en su primer papel importante después de emular a Little Walter en la película musical «Cadillac Records». Es el séptimo integrante y no lo es, ya que no forma parte del plan inicial, apareciendo luego como un colaborador necesario. Se trata de alguien que no cree en los métodos delictivos y que, en principio, se resiste a dar el golpe. Su trabajo en el sector del transporte de seguridad le convierte en objetivo de la presión de sus cinco colegas, sabedores de que pasa por una mala racha personal y económica, lo que le hará acabar cediendo a sus proposiciones deshonestas.

Ha abandonado el Ejército y su destino en Irak a causa de la muerte de sus padres, debiendo hacerse cargo de su hermano, así como de evitar que su casa les sea embargada. Tales circunstancias sociales actúan a modo de punto de inflexión melodramático, ya que Antal se centra en los personajes y sus relaciones más que en la acción en si. Por algo estamos ante un relato de perdedores, así que en lugar de ocupar el tiempo con los preparativos del atraco al furgón blindado, la película aborda lo que sucede cuando nada sale como estaba previsto y se impone el «sálvese quien pueda». Es entonces cuando se dispara la tragedia de unos hombres que, cansados de su trabajo de vigilancia, quisieron adueñarse de un transporte de 42 millones de dólares. La idea consistía simplemente en desviarse de la ruta, esconder el dinero en un lugar seguro, para fingir haber sido víctimas de un atraco con secuestro.