Raimundo FITERO
Hoguera encendida
De repente me llega el recuerdo de un experimento, o una barbaridad, según se mire, que nos descubrieron en un encuentro sobre la televisión hace ya unas décadas. Una cadena europea que no cerraba su emisión por la noche, pero a cierta hora, la señal emitía las imágenes de una chimenea con los troncos ardiendo. Una hoguera tribal a la que acudían algunos paisanos, hipnotizados por esas llamas que nunca acaban de quemarse y, por lo tanto, no hacía falta volver a recargarla. Imágenes que me vienen desde el pozo séptico de la memoria abandonada dada la futilidad en la que se mueven actualmente las programaciones.
Esta utilidad de «hacer hogar», podría aplicarse con monitores de plasma en los puentes donde moran los sin techo. Sería un paliativo vertical. Pero el concepto de hoguera frente o alrededor de la que se reúne la familia, sigue funcionando en las estrategias de programación de las cadenas generalistas. No buscan nada más que una atención pasiva, un rito inocuo, aunque seguramente la hoguera ancestral no era solamente un sistema de calefacción, sino que ayudaba a la cohesión, a contarse cosas.
¿Y qué cuentan ahora las televisiones? Casi todo, es decir, casi nada. Cuentan bien algunas series, las que tienen algo más que la pretensión de llenar minutos y acaparar obnubilados telespectadores que se dejan manejar por el salto de imágenes, las risas enlatadas o las pulsiones sexuales mal canalizadas. Hay otras opciones. Por fin podemos certificar que «El Mentalista» está recibiendo el beneplácito de unas audiencias en crecimiento. Es una buena serie, policíaca con elementos de cierto misterio, al igual que la que se despidió la otra noche, también en La Sexta, «Bones», más convencional, una de forenses pero muy bien hecha. En contradicción fundamental, en Cuatro, «Flashforward» en donde los personajes no ven el pasado, sino el futuro. Inquietante, requiere mucha atención para no perderse en los saltos temporales. Tres producciones norteamericanas, con factura casi cinematográfica, pero con lenguaje televisivo inequívoco. Hogueras encendidas que se van quemando frente a las audiencias esquivas, cautivas por los fuegos fatuos.