En presencia de sus homólogos turkmeno, uzbeko y kazajo, el presidente chino, Hu Jintao, accionó una llave simbólica en Samandepe, en el vasto desierto de Karakorum, en Turkmenistán, abriendo las venas de esta «serpiente» de alrededor de 7.000 kilómetros de longitud.

El gasoducto serpentea en 1.800 kilómetros por Asia Central -pasando a través de Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajistán-, antes de entrar a China, donde se extiende por otros 5.000 kilómetros. Este inmenso gasoducto permitirá suministrar a la sociedad petrolera estatal china CNPC hasta 40.000 millones de metros cúbicos de gas por año de aquí hasta 2012-2013, cuando habrá superado ya su plena capacidad.

La puesta en marcha de este proyecto es una victoria para Beijing, que lleva años avanzando sus peones en una región que exuda hidrocarburos y ha sido tradicionalmente dominada por Rusia. Moscú disponía hasta el presidente de un monopolio casi total sobre las explotaciones de gas turkmeno, que se exportaban a través de un sistema de gasoductos que data de la época soviética.

Turkmenistán, república ex soviética, posee actualmente una de las mayores reservas del gas de todo el mundo.

El Gobierno de Gurbanguly Berdymujamedov busca diversificar sus itinerarios de exportación después de que hayan salido a la palestra roces con Rusia.

La UE trata de aprovechar esta situación pero la agilidad del Gobierno chino -frente a los Veintisiete- y sus inmensas reservas de dinero le han permitido adelantarse, ofreciendo préstamos y proponiendo proyectos de infraestructuras a los países de la región. Otra señal de la pujanza del gigante asiático.