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Análisis | Influencia de Al Qaeda

La inseguridad y los conflictos afloran en el norte de África

 El secuestro de tres ciudadanos catalanes y dos italianos en el norte de África ha vuelto a situar a esa región en el centro mediático. La reivindicación por parte de Al Qaeda del Magreb Islámico ha desatado todo tipo de especulaciones y ha llegado a encender las señales de alarma en algunas cancillerías europeas.

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

A raíz del secuestro de tres cooperantes catalanes y dos ciudadanos italianos en Mauritania, reivindicado por Al Qaeda del Magreb Islámico, el analista de GAIN explora la situación en el norte de África y la influencia de organizaciones como ésta.

Este tipo de acciones no ha podido pillar por sorpresa a todo aquel que haya seguido el discurrir de los acontecimientos en esa amplia región africana. Hace varias semanas una importante analista advertía que en cualquier momento organizaciones como Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) podrían actuar como posteriormente lo han hecho.

El explosivo cóctel que representa esa amplia zona ha sido señalado como un factor a la hora de adentrarse en su compleja situación. Por los estados que se ubican en la región transitan y se asientan los principales movimientos migratorios hacia Europa, y junto a éstos las redes que los sustentan; también nos encontramos con grandes espacios de terreno sin control y apenas habitados; lo que les convierte en lugares de paso para importantes redes y organizaciones de diferente carácter, una de las cuales es AQMI. Todo ello sin olvidarnos que en la zona y en su entorno «conviven» desde hace tiempo varios conflictos «casi permanentes».

Los vastos espacios deshabitados han venido siendo utilizados por yihadistas como lugar de tránsito, ayudados por la imposibilidad material de muchos estados para controlar o patrullar esas amplias fronteras. Se ha llegado a sugerir, incluso, la imposibilidad de los gobiernos de imponer su poder.

Una de las organizaciones con mayor peso es AQMI, establecida en enero de 2007 tras cambiar su anterior nombre, Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Se dotó de una agenda donde se combinan los intereses locales (la presencia mayoritaria de militantes argelinos y el llamamiento a constituirse como referencia de la región) y los globales (el cambio de nombre y su adhesión al paraguas ideológico de Al Qaeda).

La nueva estrategia se sustentaba en tres pilares: Irak, donde la ocupación y la resistencia se habían convertido en un campo de entrenamiento y reclutamiento ideal para los estrategas yihadistas; la región magrebí, que debía ser la cantera de los futuros militantes; y Europa, desde donde se podían asentar la redes de apoyo económico y propagandístico.

Este guión fue complementado con una sucesión de atentados. Los ataques suicidas, fundamentalmente en Argelia y contra objetivos militares y extranjeros, causaron un gran número de víctimas mortales, al tiempo que se ponía en práctica el uso de los suicidas, algo desconocido en Argelia.

Paralelamente, se han producido los secuestros de ciudadanos extranjeros, principalmente occidentales. La mayoría se han resuelto con la liberación de los retenidos tras el pago de un rescate (nunca reconocido públicamente) y tras otros acuerdos que jamás se han publicado.

La dinámica de AQMI era «incorporar a las organizaciones del norte de África y generar una dinámica regional operativa». Pero una serie de acontecimientos frenaron el éxito de dicha iniciativa yihadista.

El escenario iraquí se ha manifestado en ocasiones en una dirección distinta a la esperada por los estrategas de Al Qaeda. Sus enfrentamientos con líderes sunís locales y con sectores de la resistencia no han facilitado la coyuntura que buscaban. Además, tras los ataques de Londres en 2005, el Gobierno británico y de otros estados europeos han practicado una política de «tolerancia cero» contra cualquier manifestación de simpatía o apoyo a esos movimientos.

Esos reveses se han acentuado con la decisión de los grupos regionales (de Libia, Marruecos y Túnez fundamentalmente) de seguir manteniendo su propia dinámica autónoma, y por el alto número de víctimas locales, lo que ha podido frenar la adhesión de nuevos militantes.

Algunos analistas presentaron la reducción de los ataques como un claro declive de AQMI, sin embargo, otras fuentes advirtieron que los dirigentes yihadistas estarían buscando una nueva estrategia.

La decisión de secuestrar a ciudadanos occidentales se ubica en esta dirección. Más allá de las demandas económicas o de otra índole, este secuestro puede obedecer al deseo de atraer la atención de las generaciones jóvenes, hartas de sus dirigentes y de la sumisión de éstos a los intereses de Occidente.

Los yihadistas podrían estar buscando un enfrentamiento con tropas extranjeras, o forzar a los gobiernos occidentales a aumentar su presencia militar.

En 2003, la Administración de Bush puso en marcha la Iniciativa Pan Sahel (PSI), para equipar y entrenar militarmente a tropas de Chad, Mauritania, Mali y Níger, identificando al Sahel como un «nuevo frente en la guerra global contra el terror».

En 2005 diseñó el grupo Contraterrorista del Sahara (TSCTP), agrupando a los estados anteriores con Argelia, Túnez, Marruecos, Senegal y Nigeria. Aunque oficialmente se presenta como un programa de diferentes agencias estadounidenses, su centro neurálgico permanece en el Pentágono y los objetivos militares centran su agenda.

La existencia de otros conflictos (el caso del pueblo Tuareg, por ejemplo) puede deteriorar la situación. También lo haría una mayor implicación militar de Occidente, rechazada por las poblaciones locales, que ven cómo bajo la excusa de la «guerra contra el terror», las élites locales y sus aliados extranjeros se reparten los beneficios.

El expolio de las riquezas naturales, los abusos de los militares y la interrelación de circunstancias internacionales pueden hacer estallar el polvorín, creando más conflictos e inseguridad en esta compleja región.

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