El Estado francés ya tiene cliente y sigue negociando. Alemania y Holanda están en ello, y el Estado español estudia la posibilidad de donar o revender las vacunas de la gripe A sobrantes. Los millones de dosis que no van a utilizar. Muchos millones de euros que, a pesar de opiniones solventes que cuestionaban la conveniencia de proceder así, los gobernantes no dudaron en pagar. Ahora, a intentar vender las vacunas sobrantes a precio inferior han llegado a llamarle solidaridad.

Quienes frente al alarmismo pedían prudencia y racionalidad tenían razón, una vez más. Pero ninguno de los gobiernos que se apresuraron a comprar ingentes cantidades de vacunas ha reconocido su falta de cálculo, precipitación o equivocación. La culpa, según dicen, es de las organizaciones de la salud, cuyo control por la industria farmacéutica, por cierto, también había sido denunciado. ¿Tienen razón quienes lo hicieron? Precisamente es la industria farmacéutica la que nunca se equivoca. De momento es la gran beneficiada de los efectos de la gripe A. Por algo fue una prioridad de las farmacéuticas producir una cantidad ingente de vacunas contra la gripe A y no lo es tanto invertir en la investigación de otras enfermedades más graves -y más olvidadas-, y que, por tanto, conllevan mayor riesgo, pero no la rentabilidad de una pandemia convenientemente publicitada.