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Presos políticos vascos

Rego Vidal, ejemplo de la crueldad penitenciaria

Ya de por sí, superar el día a día en prisión es duro, aunque a veces hacer deporte, manualidades o leer puedan servir para matar el tiempo o despejar la mente por unos instantes. Pero cuando las 24 horas del día se emplean para la propia supervivencia, la cosa cambia. Ahí no caben vías de escape.

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Janire ARRONDO

El vecino de Intxaurrondo Juan José Rego Vidal, lleva en prisión alrededor de 15 años. Aunque con el paso del tiempo el desgaste tanto físico como sicológico es inevitable, en el caso de Rego Vidal estar entre cuatro paredes está resultando devastador. Y él lo tiene claro: «Mi cuerpo no va a aguantar otros cinco años aquí».

Ni su mujer, Mari Luz Sebastian, ni su hermano, Adolfo, son capaces de enumerar todas las enfermedades que sufre el donostiarra. Y es que a sus 70 años, entre otras muchas afecciones, padece una enfermedad cerebrovascular con importante riesgo cardiovascular, diabetes mellitus de tipo dos, infarto cerebral lacunar, hipertensión, problemas de próstata... Además, a esto hay que sumar los problemas oftalmológicos, que añadidos a una degeneración congénita casi no puede ver, y que su capacidad auditiva también es limitada. Aunque estuviera libre, Rego debería estar sometido a un seguimiento continuo. Algo que no ocurre ahora.

El pasado 6 de enero, este cuadro clínico grave se tradujo en un infarto al corazón que obligó a hospitalizarlo de urgencia en el Hospital General Río Carrión de Palencia. Su hermano, Adolfo, recibió la llamada de una persona «del exterior» de la prisión, sobre las 22.30, informando del traslado al centro hospitalario. Le habían dicho que estaba consciente, pero en la UVI. «Esta persona suponía que desde la cárcel no nos avisarían», pensó Adolfo, «y estaba en lo cierto».

Al día siguiente, la hija y la abogada se trasladaron a Palencia, pero se encontraron con que Rego Vidal había sido trasladado al Hospital de Valladolid. Cuando se desplazaron a Valladolid, le habían trasladado a Palencia. Al final, el viernes, y después de largos trámites en la prisión y en el hospital, consiguieron verle. Presuponiendo que en poco tiempo lo trasladarían otra vez a prisión, la hija reclamó a los médicos que lo mantuvieran unos días allí, al menos hasta que se recuperase. Haciendo caso omiso a la petición, Rego Vidal fue enviado a a la cárcel al día siguiente de sufrir el infarto.

«No cumplen ni sus propias leyes»

Viendo que el estado de salud del preso ha empeorado notablemente, el pasado lunes, 11 de enero, su abogada solicitó en la Audiencia Nacional española la aplicación del artículo 92 del Código Penal, que prevé la excarcelación de presos con enfermedades graves e incurables, cuando permanecer en prisión pone en peligro la vida de los cautivos. No es la primera vez que solicitan la aplicación de esta medida, pero los familiares de Rego Vidal ya conocen qué se siente al ver que «en una situación tan extrema como esta» se niega el derecho más básico: el derecho a la vida. Todas las peticiones realizadas a Instituciones Penitenciarias para que fuera trasladado a una prisión de Euskal Herria o la puesta en libertad condicional mediante la aplicación del artículo 92 le han sido denegadas en repetidas ocasiones.

«Habrá que ver qué ocurre ahora», manifesta Adolfo, al tiempo que confiesa que no esperan conseguir mucho. «Ya bale, no son capaces ni de cumplir sus propias leyes», denuncia. «Sabes que te respaldan las leyes, pero hacen lo que quieren. Sentimos una gran impotencia», sentencia Mari Luz.

Para afrontar el día a día en prisión Rego Vidal tiene que hacer frente a cada vez mayores obstáculos, ya que cada día que pasa se encuentra más débil. Según relata su mujer, Mari Luz, «me dice que no es capaz de hacer la cama de una vez porque no puede; no es capaz ni de eso». Además, estos días lo han cambiado de celda y lo han colocado al lado de otro preso político. Adolfo supone que «será para que pida ayuda si lo necesita», pero está seguro de que esta medida «es un parche». Creen que desde la prisión intentan evitar que emprenda algún tipo de protesta por su situación, como la huelga de hambre y sed que llevó a cabo hace un año.

Ella, Mari Luz, todavía no ha podido estar con él, pero por las veces que ha hablado por teléfono dice que lo encuentra fatigado y que le cuenta que «anda como un anciano de 90 años». Espera visitarlo el domingo que viene, pero lamenta que no va a poder disfrutar de su vis a vis debido a los cacheos. Lamentablemente este suceso es un capítulo más también en la historia de Rego Vidal. Aun así, sus familiares no pierden la esperanza de traerlo vivo a casa. Mari Luz afirma que siguen luchando, porque no hay que tirar la toalla. «Aunque cada día nos metan un clavo más, no vamos a parar».

 

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