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Chile: alfombra roja a la derecha de siempre

La derecha ha regresado al poder en Chile, poniendo fin a un largo periodo de veinte años de travesía en el desierto. El multimillonario Sebastián Piñera ha logrado, aunque por la mínima, superar en las urnas al candidato de la Concertación (democristianos y socialdemócratas), Eduardo Frei, y hacerse con la presidencia de la república. Los resultados vienen a confirmar los augurios de quienes aseguraban que Frei no lograría movilizar al electorado progresista en la misma medida que lo habría hecho Michelle Bachelet, dado que su perfil era demasiado asimilable al del ya electo Sebastián Piñera.

Aun sin restar valor a este análisis más cercano en el tiempo y en el espacio al contexto electoral chileno, lo cierto es que el vuelco registrado en el país constata una tendencia más generalizada en Latinoamérica: el crecimiento preocupante y sostenido de la derecha. Y aunque el impacto de la crisis económica global se ha convertido, objetivamente, en un elemento de desgaste para muchos gobiernos, no menos cierto es que las fuerzas de izquierda, buena parte de ellas, harían bien en afrontar un proceso de autocrítica que analice la fragilidad política e ideológica demostrada por el progresismo para poner freno al ascenso reaccionario.

Chile, Argentina, Brasil, Uruguay... son muchos los ejemplos en los que la ofensiva de la derecha, convenientente sostenida por los grandes medios de comunicación, no ha encontrado una respuesta contundente por parte de la izquierda. La tibieza, cuando no la fragilidad, de esas réplicas pone en tela de juicio si realmente en Latinoamérica se ha recorrido de forma íntegra el camino desde un pasado ultraderechista a un presente progresista, o si, por el contrario, las clases dominantes han mantenido siempre el control del poder, por encima de virtuales gobiernos de aliento supuestamente izquierdista. Mientras las clases medias y populares no logren soltar amarras y potencien dinámicas profundamente diferenciadas y autónomas, mientras no articulen verdaderas alternativas a los poderes económicos y mediáticos, Latinoamérica retrocederá, con barniz democrático, a tiempos pretéritos, pero no superados.

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