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Elecciones en Chile

La derecha favorable a Pinochet festeja el triunfo

Se cumplieron los pronósticos y pese a lo ajustado del resultado, la derecha chilena ganó las elecciones del domingo y asumirá el poder político por primera vez desde el restablecimiento de la democracia. La Concertación, relegada a la oposición por primera vez en su historia, asumió la derrota con una gran carga de autocrítica y promesas de renovación.

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Beñat ZALDUA

Mientras el nuevo presidente electo, Sebastián Piñera, recibía cívicamente el saludo de su contrincante, Eduardo Frei, y anunciaba con solemnidad la formación de un Gobierno de unidad nacional, una derecha triunfalista tomaba las calles de los barrios más ricos de Santiago al grito de «Fuera la Concertación» y «El que no bote, narigón», apodo despectivo con el que nombran a Frei.

Durante la campaña, uno de los grandes objetivos de Piñera fue dejar de lado a la derecha más recalcitrante para abrirse a sectores más amplios que incluyesen a nuevos votantes y ciudadanos descontentos con la Concertación. El candidato de la Alianza lo consiguió y en la segunda vuelta de las elecciones obtuvo el apoyo del 51,61% de los chilenos.

Pero pese al amplio apoyo social conseguido por Piñera, fue la derecha pinochetista la que el domingo celebró su triunfo en las cercanías del lujoso Hotel Crowne Plaza, donde estaba reunido el equipo del candidato ganador. Tres hombres con camisa y zapatos de marinero y una mujer que se quejaba de los pisotones recibidos sobre sus tacones sostenían una pancarta donde se leía «Adiós a la dictadura de la Concertación», mientras gritaban a coro con el resto de asistentes: «General Pinochet, este triunfo es para usted».

Desde las poblaciones más pobres de Santiago, los vendedores ambulantes se acercaron a los festejos a vender banderas, trompetas de plástico y confetis. Mercadería electoral para la ocasión que los seguidores de Piñera, llegados desde los barrios altos de Las Condes y La Dehesa, compraban sin siquiera bajarse de sus lujosos cuatro por cuatro y BMW descapotables.

Cerca de los vendedores, tres chicas jóvenes bien maquilladas y mejor vestidas, que reconocieron haber votado por primera vez en estos comicios, se desgañitaban gritando «Por fin libres»; mientras un grupo de adultos reinventaba al costado una clásica proclama de los movimientos de izquierda: «La defensa unida, jamás será vencida».

Rápido desenlace

Tal como se preveía, la elección fue muy ajustada, debido a la recuperación de la candidatura de Frei en las últimas semanas de campaña. Pero la incertidumbre y la tensión que se habían acumulado durante los últimos días se disiparon mucho antes de lo esperado. Durante la última semana se especuló mucho sobre lo ajustado que podía ser el resultado y varios analistas señalaron la posibilidad de que las elecciones se debieran decidir finalmente en los tribunales. Desde la UDI, partido de derecha que reúne a los nostálgicos de la dictadura y que forma parte de la coalición de Piñera, ya advirtieron que no se fiaban del veredicto de los tribunales, lo que encendió la alerta en varios sectores ante el conflicto que se podía avecinar.

Sin embargo, a las 18.45 del domingo, pocos minutos después de conocer el primer cómputo oficial que, con el 70% de los votos escrutados, daba una ventaja de casi tres puntos a la derecha, Eduardo Frei reconoció su derrota y se apresuró a felicitar al ganador. De hecho, en un gesto insólito, Frei y su familia se desplazaron al lugar de reunión de Piñera, donde los dos candidatos comparecieron ante la prensa destacando la limpieza del proceso electoral.

Con el reconocimiento de la oposición y de la presidenta, Michelle Bachelet, que llamó personalmente al vencedor, a Piñera sólo le quedaba disfrutar del triunfo con los suyos. Fue sobre las 22.00 hora local (las 2.00 en Euskal Herria) cuando el multimillonario empresario salió del hotel y se subió a un escenario montado unas horas antes para arengar al grupo de seguidores que se habían concentrado en el lugar. Con las imágenes de Pinochet convenientemente guardadas y las proclamas incómodas acalladas, Piñera agradeció el voto «de todos y cada uno» de sus adherentes.

Pero no se quedó en el agradecimiento a sus votantes. Siguiendo con el discurso conciliador e inclusivo que lo llevará hasta el palacio presidencial de la Moneda, Piñera repartió agradecimientos a diestra y siniestra. A todos los chilenos, «por participar en la fiesta de la democracia»; a Frei, «por su profundo sentido del país»; a su esposa e hijos, «por su apoyo y paciencia» y así durante buena parte que duró su discurso de media hora. Al exultante candidato vencedor tampoco se le olvido dar las gracias a Dios, a quien agradeció haber nacido en Chile y haberle dado la posibilidad de gobernarlo, dando por hecho que hasta el Altísimo se puso de su lado.

Con la generosidad de los vencedores, Piñera abrió los brazos a la Concertación, invitándole a colaborar y a buscar acuerdos, haciendo un llamado a un Gobierno de unidad nacional. En este sentido, aseguró que aspira a reeditar la «democracia de los acuerdos» que dominó Chile en los primeros años de transición, cuando la derecha menos pinochetista encabezada por el propio Piñera, acordó varios puntos clave con el primer Gobierno concertacionista de Patricio Aylwin.

La mayoría de analistas políticos presentan a Sebastián Piñera como un político pragmático, más liberal que conservador, que no tendría problemas para incluir a figuras de la Concertación en su Gobierno. El principal escollo en este sentido lo representa la UDI, principal socio de Renovación Nacional en la Alianza por el Cambio.

La UDI, más a la derecha que RN, tiene un gran peso dentro de la Alianza, y sus 40 parlamentarios representan casi un tercio de la Cámara Baja. Su secretario general, Juan Antonio Coloma, ya señaló veladamente que su partido hará valer ese peso y en círculos cercanos a la coalición, se habla de que al menos cuatro carteras quedarán en manos de figuras de la UDI, muchas de ellas relacionadas de alguna manera u otra con la dictadura de Augusto Pinochet.

Vacaciones acortadas

Después del triunfo del domingo, Piñera anunció que no perdería ni un solo minuto. De hecho, ayer mismo recibió la visita de la presidenta, con quien empezó a coordinar el calendario para el traspaso del poder, que culminará el 11 de marzo, día en que Piñera será investido como 51º presidente de Chile.

El presidente electo, que tenía previstas unas vacaciones de unas dos semanas después de los comicios, anunció ayer que acortará sus días de ocio para ponerse a trabajar. Antes de tomar posesión de su cargo, Piñera tendrá que enfrentar dos temas espinosos: el nombramiento de su gabinete y el futuro de sus negocios.

Aunque hay varios nombres de su equipo más cercano que tienen algún ministerio asegurado, hay unas cuantas carteras y muchos candidatos entre los que el futuro presidente deberá decidir. Como ya se dijo, es previsible que la UDI tenga un peso importante en el próximo gabinete, pero está por ver finalmente cuántas carteras le corresponden y la importancia de las mismas. De ello dependerá que se cumplan, al menos al principio, la promesa de un Gobierno «inclusivo y para todos», lema que la Coalición por el Cambio ha repetido durante la larga campaña.

Aunque en apariencia no tenga tanta importancia, el futuro de sus negocios es un tema que afecta personalmente a Piñera y que tendrá que resolver en los próximos días, ya que prometió que se apartaría de ellos durante la campaña y todavía no lo ha hecho.

Valga señalar que Sebastián Piñera es uno de los hombres más ricos de Chile y uno de los mayores inversionistas de América Latina. Sus negocios se extienden por los sectores más diversos, desde la salud y la farmacéutica a la aeronáutica y la comunicación, pasando por la banca y el fútbol. De hecho, ser el máximo accionista del club de fútbol más importante de Chile, el Colo-colo, le ha valido el calificativo de «Berlusconi chileno». Se le calcula una fortuna de más de 1.500 millones de dólares.

Durante la campaña repitió en más de una ocasión las acusaciones de corrupción contra la Concertación y defendió reiteradamente la necesidad de separar los negocios de la política. Para empezar con buen pie, por lo tanto, parece indispensable que, tal y como prometió, se desprenda de buena parte de sus negocios y ponga el resto en manos de confianza. Sin embargo, es un tema tabú sobre el que todavía no se dice nada desde las filas piñeristas.

Concertación, renovarse o morir

Aunque el 48,38% obtenido por Frei salva a la Concertación de la debacle absoluta, el mensaje que la ciudadanía envió a la coalición es inequívoco. Los votos que consiguió Piñera en esta segunda vuelta (unos 3,5 millones), son pocos más de los conseguidos por los candidatos de la derecha en otras elecciones. Lo que quiere decir que fue la Concertación quien perdió votos.

Otro hecho significativo son los abucheos con los que los propios seguidores de la Concertación reciben a los dirigentes de los partidos de la coalición, a quienes responsabilizan de los malos resultados. Si quiere seguir viva, repiten los analistas políticos y los propios concertacionistas, la coalición debe reinventarse, olvidando vicios del pasado y dejando paso a las nuevas generaciones. En esta tarea será fundamental la labor de Michelle Bachelet, quien abandonará la presidencia con una popularidad inédita del 81% y cuyo nombre suena ya con fuerza para encabezar la candidatura de 2014.

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