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Juan Gelman (2010/1/21)

Viejos rencores

No hay palabras para abarcar la espantosa tragedia que vive el pueblo haitiano. Algunos predicadores evangelistas estadounidenses creen que sí. El muy radiotelevisivo Pat Robertson es uno de ellos. Atribuyó la catástrofe «a algo que sucedió en Haití hace mucho tiempo, de lo que la gente tal vez no quiere hablar»: «un pacto con el diablo» (//edition.com.cnn, 13-1-10). Impertérrito, Paterson recordó que bajo la férula francesa «ya saben, Napoleón III y demás, los haitianos se reunieron y cerraron un pacto con el Diablo. Dijeron: `Te serviremos si nos liberas de los franceses'. Pasó de verdad. Y el Diablo dijo `OK, trato hecho'». No es fácil pensar al Diablo diciendo OK y el predicador se equivocó de Napoleón. En fin, lo imaginativo no quita lo ignorante.

(...) Hubo pacto, entonces. Los esclavos de Haití comenzaron su rebelión contra el dominio francés en 1791 alentados por el grito de «Libertad, Igualdad, Fraternidad» y por los vientos que llegaban del Norte con la revolución de las colonias británicas. De estas paradojas se alimenta la Historia. (...)

La rebelión negra en Haití despertó las simpatías del American Federalist Party y de uno de sus principales arquitectos, Alexander Hamilton. Pero no todos los Padres Fundadores acompañaban ese sentimiento: Thomas Jefferson era dueño de tierras cultivadas por 180 esclavos, de las que nació su poder económico y político, y temía que cundiera el ejemplo haitiano. Apenas asumió la presidencia en 1801 fue secretamente sondeado por emisarios de Napoleón, quienes le pidieron que avituallara a las tropas francesas que navegaban hacia Santo Domingo para aplastar la rebelión negra.

Jefferson tenía el mismo deseo y abasteció a la flota del emperador y a sus hombres, aunque se mantuvo neutral porque tuvo indicios de que el plan de Napoleón no terminaba allí: pretendía establecer una prolongación del imperio francés en territorio estadounidense con centro en Nueva Orleans y colonizar la vasta región al oeste del Mississippi en su poder. (...)

El presidente Obama, al anunciar el envío de asistencia realmente masiva a Haití, incluidos 100 millones de dólares y 10.000 efectivos para garantizar la seguridad, señaló «una larga historia vincula a nuestros dos países». No precisó en qué consistía: más que estar con Haití, EEUU estuvo en Haití, la ocupó militarmente de 1915 a 1934 agravando su miseria. También se ocupó de Haití. En el 2004, el presidente haitiano Jean-Baptiste Aristide fue derrocado por paramilitares que ingresaron a Haití desde Santo Domingo. Una docena de sus jefes habían sido entrenados durante años por las Fuerzas Especiales estadounidenses basadas en Ecuador (...). Parece que Aristide, ex sacerdote católico, no había pactado con el Diablo.

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