ANÁLISIS I Situación política de líbano
Hizbulah se reafirma en su voluntad de reformar el Estado
En una reciente comparecencia ante destacados periodistas, Sayyed Hassan Nasrallah, el líder de Hizbulah explicó los ejes de actuación de esta formación, entre los que destaca convertir a Líbano en un Estado en el que los votos de todos los ciudadanos valgan los mismo.
Martxelo DÍAZ I
El pasado 1 de diciembre, el líder de Hizbulah, Sayyed Hassan Nasrallah, intervino mediante videoconferencia ante un grupo de periodistas libaneses, árabes e internacionales para explicar los ejes de actuación de esta formación. La cadena de televisión Al-Manar difundió en Internet las palabras de Nasrallah.
El objetivo declarado de Hizbulah, una formación integrada en el Gobierno de unidad nacional liderado por Saad Hariri, es reformar el actual sistema político libanés, «caracterizado por el sectarismo político» para lograr «una auténtica democracia, en la que la mayoría electa pueda gobernar y la minoría pueda ejercer la oposición».
Algo que puede sonar tan básico es actualmente una quimera en Líbano, cuyo sistema político está fundado en el confesionalismo. La división de poderes se realiza en base a la religión: el presidente de la República debe ser cristiano maronita; el primer ministro, musulmán suní; y el presidente del Parlamento, musulmán chií.
«La abolición del sectarismo es la condición básica para la implementación de la regla de la mayoría y la minoría», destaca Nasrallah. Sí, la formación que en Occidente es considerada una «organización terrorista», reclama algo tan básico como que cada persona, al margen de su religión, tenga un voto que decida la formación de los poderes del Estado. Es decir, una democracia según los cánones occidentales.
Como fase previa a este estadio, Hizbulah reclama la democracia consensual, es decir, que las decisiones se adopten con el beneplácito de la totalidad (o amplia mayoría) de las comunidades.
La visión del Estado de Hizbulah reivindica la preservación de las libertades públicas, la unidad nacional; instituciones modernas, efectivas y que promuevan la cooperación; que la ley se aplique a todos los ciudadanos sin excepción; que se consolide el papel de las mujeres en todos los niveles; que aplique el principio de la escolaridad obligatoria...
Junto a ello, Hizbulah destaca que Israel supone la principal amenaza que tiene Líbano. En este sentido, subraya que el modelo de coexistencia de religiones y comunidades que representan el Estado libanés «contradice la idea del Estado racista que se expresa a sí mismo en la entidad sionista».
Recuerda que, desde su creación en 1948, Israel ha agredido a Líbano en numerosas ocasiones para ocupar parte de su territorio y hacerse también con sus reservas de agua. «Todo esto tuvo lugar con el pleno apoyo de Estados Unidos, la ignorancia, hasta alcanzar el nivel de complicidad, de la así llamada comunidad internacional y el sospechoso silencio oficial árabe», destaca Hizbulah.
En este sentido, destaca que la resistencia ante el agresor sionista fue una obligación de los patriotas libaneses, que culminó con la victoria de 2006 y la expulsión de los israelíes, «una experiencia que se convirtió en una escuela de la que las naciones se benefician para defender su territorio, proteger su independencia y mantener su soberanía».
«El papel de la resistencia es una necesidad nacional mientras las amenazas y ambiciones israelíes continúen», destaca Nasrallah, que subraya que esta fórmula constituye «un paraguas de protección para Líbano, especialmente después del fracaso» de otras iniciativas árabes o internacionales.
Las relaciones con Palestina y, especialmente, con los refugiados asentados en Líbano son otra de las prioridades de Hizbulah. Así, denuncia que «los refugiados palestinos están privados de todos sus derechos civiles y sociales porque el Gobierno libanés no ha asumido sus responsabilidades».
Por ello, reclama que las autoridades libanesas establezcan un nueva relación con los refugiados palestinos «sobre unas bases justas, sólidas y legales». En cualquier caso, se reafirma el derecho al retorno de los refugiados y se rechaza el reasentamiento.
Junto a ello, Nasrallah resalta que «la luchar armada y la resistencia militar» son el mejor método para acabar con la ocupación sionista de Palestina y rechaza categóricamente las negociaciones con «la entidad sionista arrogante y beligerante, que no tiene intención de llegar a ningún acuerdo». Obviamente, cierra la puerta a cualquier acuerdo o al reconocimiento de Israel.
En sus relaciones internacionales, aboga por una relación privilegiada con Siria e Irán, a quienes considera referentes en el ámbito árabe e islámico. En este último, denuncia que los enfrentamientos entre chiíes y suníes, «que están amenazando la cohesión de nuestras sociedades», son «el objetivo buscado de algunas políticas occidentales y de EEUU en particular».
De Siria subraya que ha apoyado los movimientos de resistencia en la región y que «ha permanecido con nosotros en las circunstancias más difíciles». De Irán, lo mismo y que «derrocó mediante su revolución al Shah y a los proyectos israelo-norteamericanos».