Dieciocho personas murieron ayer en Bagdad en un atentado suicida que se registró al día siguiente de una serie de sangrientos ataques contra hoteles, en lo que es una nueva prueba de la capacidad operativas de los insurgentes iraquíes pese a las reforzadas medidas de seguridad.

Un kamikaze a bordo de un coche bomba chocó su vehículo contra el Instituto Médico-Legal de la capital, situado en el céntrico barrio de Qarrada y que se derrumbó, indicó un responsable del Ministerio del Interior.

Cinco policías que custodiaban la entrada del centro y trece civiles murieron, según la misma fuente. 24 personas resultaron heridas.

El asaltante logró superar las medidas de seguridad del barrio, que también fue atacado la víspera. Las barreras y los controles son frecuentes en esta zona, pero no han sido capaces de frenar los ataques insurgentes.

Es la tercera vez que este instituto, situado en una calle comercial, ha sido atacado.

Estos atentados se registran en plena polémica sobre la eficacia de los centenares de detectores de explosivos comprados a una empresa británica y que las fuerzas de seguridad iraquíes emplean habitualmente.

Todos estos atentados se producen cuando quedan menos de dos meses para que se celebren las elecciones legislativas iraquíes, previstas el 7 de marzo, y han supuesto un nuevo golpe para el primer ministro, Nuri al-Maliki.

Asimismo, recuerdan a los ataques contra símbolos del Estado iraquí que se registraron en agosto, octubre y diciembre y provocaron más de 400 muertos. Entonces, Bagdad culpó a una coalición de Al-Qaeda y antiguos miembros del Baaz.