El caso Anza desnuda la miseria de los estados
Los nuevos datos aportados por el periodista de investigación Jaques Massey sobre la desaparición de Jon Anza a manos de un cuerpo especial de la Policía española evidencian que, por más que los estados español y francés y sus medios de comunicación intenten ocultar su responsabilidad al respecto, la gravedad del caso es tal que el escándalo sólo podrá ser mitigado o retrasado, nunca abortado. El tesón y la perseverancia de sus allegados y de sus compañeros no lo permitiría.
Queda por ver cómo actuarán quienes tienen conocimiento directo del caso una vez que las evidencias empiezan a apuntarles. Así, por la parte francesa, algunos de los valores que tanto les enorgullecen -soberanía, transparencia...- se tambalean cuando se sabe que un grupo parapolicial que responde a la estrategia y a las órdenes de otro estado actúa con impunidad en «suelo francés», hasta el punto de poder secuestrar, interrogar, matar y hacer desaparecer a una persona. Todo ello con el conocimiento y en algún caso la connivencia de sus agentes. Por parte española, los precedentes de guerra sucia deberían haber supuesto algún tipo de lección política o moral al PSOE, pero no parece que haya sido así.
No obstante, más allá de los aspectos jurídicos o periodísticos de la investigación, la dimensión central de este caso sigue siendo política. Basta realizar el sencillo ejercicio intelectual de imaginar en qué situación política nos encontraríamos de ser la persona desaparecida un militante del PSOE o un miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado para evidenciar lo podrido de las vigas sobre las que se asienta el discurso moral de los estados español y francés en relación a la violencia. Por otro lado, bastaría que los políticos vascos hiciesen ese simple ejercicio y lo inscribiesen en su análisis de la realidad para que su discurso adquiriese un mínimo de credibilidad. Se le piden pasos a la izquierda abertzale mientras se mantiene en torno a este caso un silencio cómplice o, como mucho, un murmullo autojustificador que muestra un doble rasero moral y políticamente inaceptable.