Cada día que pasa tengo más claro que a las vascas (y a los vascos) nos conviene salir pitando de ese engendro que llaman España. Ayer Antonio Casado, en su columna de «El Confidencial», nos ofrecía un nuevo argumento. Se refería Casado al bochornoso espectáculo ofrecido por la magistrada que juzga a Otegi y sus compañeros de banquillo, y revelaba que «millones de españoles se han sentido identificados con la reacción de la magistrada ante un reo llamado Arnaldo Otegi. Ellos hubieran hecho lo mismo. Por eso aplauden a la juez Ángela Murillo, presidenta del tribunal que juzga por enaltecimiento del terrorismo a quien fuera cómplice del Gobierno Zapatero en el último intento de negociar el final de ETA. La vista se reanuda hoy, después de que ayer se proyectase un video en euskera del que `la sala no ha entendido ni papa', dijo su señoría». Pues a mí me pareció un espectáculo más propio de una cantina o un cabaret. Faltaban un botijo y una botella de anís sobre la mesa del tribunal. Así se toman algunos lo de la justicia...

Consciente de lo estrafalario de la escena, Casado trata de matizar un poco, pero enseguida le sale el espíritu charanguil y panderetero: «Algunas críticas podrían hacerse al comportamiento de la jueza. Y se han hecho, desde ciertas asociaciones profesionales por las `formas' y algunas `expresiones desafortunadas'. Seguramente con razón. El tono de sus comentarios no fue el más adecuado en una sala de juicios. Pero ahí va a quedar la cosa. Si se lo reprochan será con la boca pequeña. Porque a estas alturas nadie está dispuesto a permitirse nada que pueda atenuar la chulería que los etarras y sus amigos políticos cuando comparecen ante los tribunales, debidamente concertados con sus abogados de plantilla». Para chulería la de Angela Murillo, que parecía Lina Morgan de gira por los pueblos.

Y para concluir, confiesa que «la identificación de la inmensa mayoría de los españoles con la actitud de Ángela Murillo alumbra una buena noticia: ya nos da igual que Otegi y los presos de ETA estén en huelga de hambre». Pues a mí (y a muchísimos vascos más) no. ¿No ve por qué no soy española?